Nuestro deber es informar, pero en este caso somos conscientes del peligro que entraña. Del peligro que puede suponer para el protagonista de la información/suelto que recordemos esta historia: ahí lo tienen, el alcalde de Santa Cruz de Tenerife, spray en mano, haciendo su particular contribución al arte urbano del grafiti. Desde luego la madre naturaleza tampoco adornó al alcalde con el don de las bellas artes, ni las primarias ni las más elevadas, como puede comprobarse por los trazos, la originalidad de la creación y el resultado final del intento. Pero hay que alabarle el gusto de dejarse retratar entre grafiteros. El peligro de la noticia está en que don Pepito, guardián de las esencias patrias, del buen orden y las mejores costumbres, puede asociar a su admirado y distinguido alcalde a la conspiración canariona para acabar con la pulcritud de los paramentos y fachadas de la capital tinerfeña. Lo denunció hace unos días en un editorial-pastoral, que nosotros inocentemente recordamos por si a) quiere rectificar lo dicho o b) pasa a incluir a Zerolo en el listado de enemigos de la patria nivariense y de la muy próxima Canarias independiente del yugo opresor de la metrópolis madrileña. Y otras dos piedras para el placentero machaque de cataplines.