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Un mar de historias

Canarias arrastra la herencia del desprecio hacia el mar que la acunó y la vio crecer. Entrado el siglo XXI, el Archipiélago sigue sin rendir tributo al océano que lo rodea. Entre tanta indiferencia, Jacinto Quevedo, director y fundador del Museo Elder, ha puesto en marcha Atlántico 28.15, una exposición sobre las historias de las expediciones y viajeros que recalaron en Canarias y sobre la ciencia y la tecnología que permitieron llegar hasta ellas. La muestra, ahora temporal, pretender ser el germen del futuro museo marítimo de la ciudad. La intención de Quevedo es recuperar “la identidad, la historia y las raíces de esta tierra”. Conseguirlo depende de todas las instituciones y por el momento, sólo la Autoridad Portuaria de Las Palmas se ha implicado.

En el mar navegan historias. Algunas se hundieron en el olvido pero otras alcanzaron la orilla y se mantienen vivas. Atlántico 28.15 recuerda a los conquistadores que como Drake y Hawking intentaron asaltar Las Palmas de Gran Canaria o al holandés Van der Does que tomó la ciudad tras 16 días de terror. También a los que como Magallanes pasaron por las Islas para abastecerse de víveres en su primera vuelta al mundo o como Colón, que averiaba su timón cerca de La Gomera para ver a su amante Beatriz de Bovadilla (antes concubina del Rey). Las leyendas -como la de la isla de San Borondón- y los naufragios -como el del Guadalupe , cargado con mercurio para la extracción de oro y plata en el Nuevo Mundo- también tienen su espacio en la muestra.

Tras los conquistadores llegaron las expediciones y con ellas lo científicos. Alejandro Humboldt descubrió el Teide para la humanidad en su paso por las Islas. Con el Chalenger los fondos marinos dejaron de ser oscuros y sin vida. Nació la ciencia de los oceanos. La Real Expedición de la Vacuna recorrió Canarias, Hispanoamérica y Filipinas con 22 niños que transportaron la vacuna de la viruela “brazo a brazo”. Darwin intentó recalar en el Archipiélago pero no logró entrar porque en su barco se declaró un brote de cólera. De haber alcanzado las Islas, sostiene Quevedo, habría descubierto en ellas la teoría de la evolución.

Pese al riesgo y las penurias, el afán por adueñarse de nuevos territorios era imparable. James Cook dejó escrito que “a no ser por el placer que supone ser el primero en descubrir una tierra, este trabajo sería insoportable”. Concluida la conquista de América y de Asia llegó el turno a África. Los ingleses descubren en Canarias la mejor plataforma hacia el continente negro. Poco a poco se van asentando, invierten en las Islas e importan sus productos (sobre todo plátanos y carbón). En pocos años transforman la fisonomía de Las Palmas de Gran Canaria. La colonia victoriana, que convierte la capital en su residencia de invierno, levanta Ciudad Jardín.

En este contexto numerosas familias extranjeras hacen de ésta su tierra y montan florecientes negocios. De Alemania llegan los Flick y los Woerman y del Reino Unido los Miller y los Elder. Estos últimos ocupan un lugar destacado en la exposición. Atlántico 28.15 recrea las oficinas que la compañía de vapores tenía en León y Castillo. Junto a las vitrinas, rescatadas de los almacenes del Ayuntamiento capitalino, se pueden ver los libros de navegación, cajas fuertes, mapas o fotografías que constituyen una guía imprescindible para definir con detalle como se trabajaba en las oficinas de la Elder. En total 200 documentos originales y nunca vistos por el público que el albacea de los últimos directores de la Elder ha cedido para la exposición. Entre las curiosidades figura la nómina de los empleados entre los que destacan apellidos como Olarte, Sagaseta o Pavillard y documentos de León y Castillo, fundador del puerto o un mapa de la ciudad inglesa desde Alcaravaneras hasta Escaleritas.

Los ingleses además de crear la ciudad moderna a través del Muelle de Santa Catalina iniciaron el turismo moderno a través de sus rutas comerciales. La muestra recorre el mundo de las compañías navieras y repara en el glamour y el lujo de los barcos ingleses. Las fotografías de aquella época dan cuenta de fiestas de disfraces, orquestas o partidos de críquet. Con el lujo llegó la publicidad. Compañías como el Banco de África, el Hotel Hélice o el Eleven o´clock Bouril no dudaron en recurrir a ella.

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