El 90% de los negocios creados con microcréditos sobrevive a los dos años

El 90% de los negocios creados con la ayuda de un microcrédito sobreviven dos años después. El crecimiento de estas ayudas ha llevado a algunas entidades a alertar del riesgo de convertirlas en un producto financiero estándar, lejos de su vocación de instrumento para la inclusión social.

Son créditos de pequeña cuantía (10.000 euros de media) dirigidos a personas con riesgo de exclusión laboral, social y financiera, sin garantías ni avales, a un interés entre el 4 y el 6%, con un plazo de reembolso de entre 3 y 5 años, destinados a la creación de negocios capaces de generar al menos un puesto de trabajo.

El economista de Bangladesh Muhammad Yunus, conocido como el banquero de los pobres y fundador de una de las instituciones microfinancieras más grandes del mundo, el Grameen Bank, lanzó esta fórmula hace 40 años cuando ofreció de su bolsillo el equivalente a 32 dólares americanos a 42 personas que vivían en una pobre aldea de Bangladesh, para que pusieran en marcha su propia microempresa.

El producto, desarrollado desde entonces con éxito en el Tercer Mundo, saltó posteriormente a Occidente. A España llegó con el nuevo siglo de la mano, principalmente, de las cajas de ahorro con programas vinculados a su obra social.

Según la Memoria de la CECA (Confederación Española de Cajas de Ahorros) de 2006, en cinco años se habían tramitado un total de 9.033 microcréditos sociales, por un importe superior a 97,2 millones de euros. Y sólo en un año, 2006, se concedieron más que en la suma de los cinco anteriores.

A ello hay que añadir los concedidos por las cajas en colaboración con las líneas del Instituto de Crédito Oficial (ICO), y por el programa del Instituto de Mujer en colaboración con la Dirección General de la Pequeña y Mediana Empresa y de la Caixa como entidad de crédito con la cofinanciación del Fondo Social Europeo.

Cerrar no es fracasar

Mujer inmigrante de unos 35 años, con una idea clara de empresa a pequeña escala y que solicita un préstamo de unos 10.000 euros para poner un negocio, mayoritariamente en el sector servicios, es el perfil del usuario del microcrédito.

Un 74,5% de los microcredistas son inmigrantes (las tres cuartas partes latinoamericanos), un 13,4% mujeres españolas, seguidas de parados de larga duración, hogares monoparentales y jóvenes desempleados, que invierten en el comercio, la hostelería, los servicios personales o la alimentación, según la CECA.

Según datos del Instituto de la Mujer, a los dos años el 90% de los negocios siguen abiertos, “un periodo suficiente para superar obstáculos iniciales y adquirir la formación que les permita acceder a otras ayudas distintas al microcrédito”, afirma Rosa Marina, jefe de servicio del Instituto.

La Fundación Un Sol Món de Caixa Catalunya rebaja el porcentaje al 63,70%, y a un 82% Caixa Galicia, cuya responsable de microcréditos, Isabel Couceiro, matiza que “el grueso de la cartera es joven por lo que es previsible que la tasa empeore con el tiempo”. Y aporta más datos: del 18% de negocios que han cerrado en un 58% de los casos se sigue pagando y en el 42% hay problemas para hacerlo.

“Cerrar no significa fracasar -asegura Couceiro- ya que se adquieren nuevas competencias que sirven para insertarse en el mercado de trabajo por cuenta ajena”. De la misma opinión es Antonio Claret, presidente de Caja Granada y de la Red Española de Microfinanzas que cifra la supervivencia en un 95%.

Modelos de gestión

En Francia, Inglaterra, EEUU o en Australia la gestión de los microcréditos no está liderada por las entidades bancarias sino por el sector no lucrativo, ONG especializadas o fundaciones que hacen convenios con instituciones financieras más o menos próximas a sus tesis sociales.

En esa línea, hace unas semanas, Caixa Catalunya cerró dos acuerdos, uno para Cataluña con la fundación CPAC y otro para Madrid con la fundación Incluye. Es el primer paso de un “cambio para profundizar en las raíces sociales del microcrédito”, explica Ángel Font, director de la Fundación Un Sol Món de Caixa Catalunya.

Para Font, entre las cajas de ahorros hay dos tendencias claras en la gestión: aquellas que han optado por el ámbito más bancario y comercial y otras, entre las que se encuentra Caixa Catalunya, que han optado por el ámbito más social. Asumir el microcrédito desde la red comercial “reporta inconvenientes a largo plazo” porque el microcrédito “puede asemejarse a un producto financiero estándar y no a una herramienta de inclusión”, afirma.

“En Un Sol Món no nos planteamos crecimientos muy grandes sino ir atendiendo las necesidades sociales que vayamos detectando, e incidir en el apoyo, asesoramiento y seguimiento de los excluidos”, subraya. Ese plus es lo que también se persigue desde el Instituto de la Mujer, que se preocupa de que el acceso de la financiación a mujeres vaya acompañado de una formación y de un asesoramiento personalizado para la puesta en marcha del negocio.

Isabel Couceiro, de Caixa Galicia, destaca lo importante y laborioso que resulta el tratamiento personalizado para la concesión de microcréditos: “miramos mucho que la gente que atendemos no pueda ir por la vía ordinaria, a través de un conjunto de factores que al final hace que lo importante no es el volumen, sino estar llegando a quien tenemos que llegar”.

España no es Cachemira

Modelos de gestión casi artesanales que contrastan con la llamativa campaña de publicidad con que la primera caja de España, La Caixa, está lanzando estos días el MicroBank. Con un capital inicial de 51 millones de euros, la entidad ofrece dos tipos de microcréditos: los de carácter social a colectivos desfavorecidos, por un importe máximo de 15.000 euros, y unos nuevos créditos de hasta 25.000 euros dirigidos a personas con renta baja.

Jaume Cabré, su subdirector general, explicó que “no hay que olvidar que España no es Cachemira, y en una sociedad tan subvencionada como la nuestra el microcrédito social tiene un límite. Los excluidos no sólo van por la vía del microcrédito”.

En paralelo y menos visible que la campaña de publicidad -explica Cabré- La Caixa está permanentemente organizando talleres de formación para las 271 entidades sociales con las que han firmado convenios, y que son las encargadas de velar por los proyectos financiados.

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