Hay que trabajar duro, no de la noche a la mañana
Juan Padrón nació en La Culata, en el municipio cumbrero de Tejeda, en mayo de 1933. Eran años difíciles en la Canarias rural y desde muy joven, sin saber leer ni escribir, se dedicó a pastar las cabras por la Cumbre y a sobrevivir como mejor podía junto con su numerosa familia. A los doce años su padre le dejó unas cabras para que fueran suyas, a los quince ya era comerciante de ganado y a los diecisiete tuvo su primera ruina: cuando tenía el dinero preparado para marcharse a Venezuela fue engañado por unos trileros y volvió a Tejeda con la intención de acabar con su vida. Lo salvó un carnero grande que cogió por el camino, bajó a Las Palmas de Gran Canaria para venderlo por 325 pesetas. Al haber perdido el día anterior las siete mil peseta, el entrevistado afirma que sintió “asco” por el mal camino por que el que le había llegado ese dinero. No obstante, le abrió el camino y le salvó la vida.
Con cuatro mil pesetas prestadas compró los primeros futbolines y ese fue el germen de JUPAMA. Eran unos futbolines viejos que el mismo arregló y todas las tardes se ganaba unas pesetas, luego empezó a instalar futbolines y billares por toda la isla, en Fuerteventura montó su primera sala de juegos y al poco otra en Lanzarote. Se trasladó a El Aaiún donde estuvo viviendo desde el año 65 hasta el 75. Fue en el Sáhara donde Juan conoció la prosperidad y fue rico. “Allí nos trataban como a reyes las autoridades” nos cuenta Juan de aquella época. Sin embargo, tras la Marcha Verde lo perdió todo y tras regresar a Canarias en el año 75 tuvo que empezar de cero. Cuando se dirigía de vuelta a las islas, el contenedor que transportaba sus máquinas sufrió serios desperfectos al ser cargado en el barco. “Me dio tal ataque que me tuvieron que atar a una cama”, cuando llegaron al Puerto de la Luz y comprobaron el estado de la mercancía ésta tuvo que ser destruida.
Uno de sus cuñados le prestó algo de dinero para que pudiera encargar nuevas máquinas y empezar de nuevo con el negocio en Las Palmas de Gran Canaria. También le ayudó mucho un representante de máquinas tragaperras de Madrid. Juan le había pedido cuatro máquinas y le enviaron cuarenta. Cuando dijo que había sido un error, le respondieron: “Juan, ya me las pagará y si no, las vende y a medida que las vaya vendiendo me las paga”. Así comenzó de nuevo a levantarse el imperio de las tragaperras en las islas. Luego, no sin numerosos problemas legales, le llegó la adjudicación del casino de Las Palmas y actualmente tiene establecimientos en Gran Canaria, Tenerife, Lanzarote y Fuerteventura, además de en Mallorca.
Al cabo de un año del regreso de el Sáhara, a Juan le llegó la adjudicación del casino de Las Palmas. No obstante, al poco le retiraron la licencia en un acto que el entrevistado no duda en calificar de “injusticia”. Finalmente la justicia le dio la razón y recuperó la licencia.
Juan Padrón considera que la clave de éxito en una empresa son sus empleados. “Los empleados hacen que tú te arruines o que funciones, y para que los empleados funcionen tienen que tener un jefe detrás que les hable, que les cuente, que les diga.”