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Opiniones del Sector Primario

La isla de las oportunidades perdidas

Jorge E. Hernández Rodríguez, agricultor palmero

Jorge E. Hernández Rodríguez

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Son muchas las personas que se quejan amargamente de cómo le va a esta isla, perdiendo habitantes y sin un revulsivo que ayude a animar a que la gente se quede y prospere. Quizás al final de estas líneas puedan tener una idea de alguna razón por la que esto ocurre, ya que la experiencia que a continuación les voy a relatar es una de tantas historias de éxito y fracaso que nos deben animar a cambiar.

Corría el año 2010 cuando en mi granja de ovejas y vacas, situada en la zona ganadera de Barlovento, decidí completar la actividad de venta de carne y estiércol con la de gestión de residuos no peligrosos (de origen vegetal o animal), animado por la situación que se estaba viviendo en la isla de auténtico desastre en lo que a gestión de residuos de plátanos se refería.

Ya desde entonces existía la normativa europea de residuos, que deja bien claro que quien contamina paga, a la vez que explica qué ha de considerarse como residuo, y los restos del empaquetado de plátanos lo son. Hay que recordar que por entonces era normal ver vertederos en cualquier barranco, sobre todo al lado de un empaquetado de plátanos. Valgan como ejemplo el barranco de Argual, en Los Llanos, y el de La Herradura, en Barlovento.

Propuse la iniciativa a mi entorno platanero más cercano, encontrando buena acogida en la cooperativa Cupalma, que recibió la propuesta con entusiasmo, apoyándola con decisión y llegando a financiarla, con cargo a la futura facturación del servicio, con 30.000 euros sin mediar más contrato que la palabra.

Así comenzamos a trabajar y a crecer en instalaciones, con todos los trámites legales en regla, ya que en 2011, después de un largo camino en la Viceconsejería de Medio Ambiente del Gobierno de Canarias, logré que se me autorizase como gestor de residuos no peligrosos, mientras invertía la mayor parte de mis ingresos en comprar y acondicionar terrenos para poder absorber el volumen creciente que Cupalma, mi único cliente, me estaba enviando.

Ante ese crecimiento exponencial y mi nivel de riesgo, manifesté al gerente de la entidad en reiteradas ocasiones la necesidad de normalizar nuestra relación en un contrato por escrito, a lo que se me respondía: “No te preocupes, no te vamos a dejar colgado, tú sigue trabajando”, y así fue, seguí trabajando, invirtiendo, creciendo y todo iba bien.

Toda iba bien hasta mayo del año 2013 (curiosamente cuando prácticamente había devuelto los 30.000 euros), fecha en la que se me comunica desde Cupalma que, si no reducía drásticamente mi tarifa de servicio de recogida y gestión de residuos, no podían seguir trabajando conmigo al haber recibido una oferta de servicio mucho más económica que la mía, algo que yo sabía que no era cierto. En caso de existir, tenía que ser una oferta ilegal, ya que la única opción que permitía cumplir la legalidad, a parte de la mía, era el polígono de Los Morenos, una opción mucho más cara. Fue así que se dio por finalizada la relación comercial y comenzó mi peregrinaje y calvario.

Se preguntarán: ¿y donde gestionó Cupalma los residuos a partir de entonces? Pues fácil, en todos los barrancos y cercados de ganado de Garafía mientras pudo, luego en Mazo y ahora andarán por las Breñas o donde puedan, que al fin de cuentas es donde quieran, ya que están denunciados, entre otros por los ecologistas, y lo siguen haciendo impunemente aunque salgan en los medios de vez en cuando. Aquí parece que no pasa nada, porque el poder fáctico se encarga de callar a nuestros políticos y medios.

Pero allá, más lejos, donde se hacen la leyes que nos afectan aquí y luego hay que aplicar, el mismo lugar de donde vienen las cuantiosas ayudas que recibe el sector platanero, están tomando nota y usarán esta información cuando toque renegociar fichas financieras que dependen de la condicionalidad (condición que obliga a cumplir ciertas normas para poder recibir ayudas comunitarias), entre otras cosas, y también toman nota para cuando se acabe el plazo para cumplir requisitos como que el 50% de los residuos generados sean reciclados antes del 2020. 

Lástima que cuando lleguen las sanciones pagaremos todos los ciudadanos, en forma de reducción de presupuestos europeos que mermarán ingresos a agricultores y servicios a la ciudadanía en general. No sancionarán solo a los mentecatos que han gestionado lo público de una manera irresponsable, permitiendo ilegalidades que se cometen a la vista de todos.

Les cuento cual fue mi peregrinaje. Me reuní muchas veces con todos los grupos y responsables políticos que por aquellos días tenían representatividad en el Cabildo de La Palma (PP, PSOE y CC). Todos me dijeron lo mismo: “Jorge, que putada te han hecho, no te preocupes que te vamos a ayudar”.

La verdad es que, en una sociedad de libre mercado, ningún político puede decirle a una empresa lo que tiene que hacer o con quien tiene que contratar un servicio o dejar de hacerlo. En eso estamos todos de acuerdo, pero en este caso bastaba con decirle a Cupalma y al resto del sector que cumplieran la ley (con quien quisieran), y si no, aplicarles las sanciones correspondientes. Solo tenían que hacer eso, pero no lo hicieron, y como cobardes miraron a otra parte.

Con sus mentes cortas (mentecatos), no identificaron una iniciativa que le hacía un gran bien a la isla, generando empleo, cuidando el medio ambiente y cumpliendo la ley. Como cobardes dejaron caer a un emprendedor sin enfrentarse a una gran empresa, o mejor dicho a su gerente (porque al final parece ser algo personal), dejando contaminar nuestra isla a la vez que dejarnos en evidencia ante Europa.

Yo ya he pagado. He perdido mi patrimonio por ponerlo como aval para cumplir un sueño que estaba más allá de mi interés particular, que le hacía bien a nuestra isla, creando empleo y cuidando nuestro medio ambiente.

Mi conciencia está tranquila. Mi pecado fue confiar en que los políticos cumplirían su parte, eso, y la ilusión en un proyecto que me hizo confiar demasiado en mi único cliente. Me hace gracia ver que ahora vienen a ofrecer soluciones milagrosas, millonarias empresas de fuera que quizás son buenas y todo. Pero… ¿qué pasa con los de aquí? ¿Qué pasa con los que apostamos y nos comprometemos con lo de aquí?... Quizás no somos tan caros, quizás siempre hemos ofrecido soluciones más eficientes. Esta actitud de querer o apreciar más lo de fuera que lo nuestro es un claro síntoma de que aún nos queda mucho camino para superar ciertos complejos de inferioridad propios de otros tiempos.

Estas líneas han sido escritas con la intención de ayudar a quien pueda y quiera emprender en nuestra isla de La Palma. Esperanza, la esperanza es lo que nos queda siempre.

*Profesional del campo en La Palma

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