Faro de Orchilla, tristeza y alegría en el fin del mundo
Considerado durante siglos el fin del mundo, Orchilla -el punto más occidental de España- es hoy el epicentro de una vasta biodiversidad marina y terrestre que han convertido la isla de El Hierro en sinónimo de conservación y en un referente del desarrollo sostenible.
Sobre la punta se erige el Faro de Orchilla, el lugar que durante siglos timbró el límite entre lo conocido y el llamado Mar de las Tinieblas, convertido desde hace casi cien años en la última luz que veían los navegantes en sus rutas hacia América; en el primer destello que los recibía en Europa.
El faro trasmite la magia de los lugares fronterizos, irradia la tristeza y la alegría que debieron de sentir navegantes y emigrantes en sus flujos de ida y vuelta hacia el continente americano.
Y no eran tinieblas, sino un regazo del Atlántico protegido de los vientos alisios y de las corrientes marinas; un refugio de aguas tranquilas y cristalinas que se extiende desde el Faro hasta la Punta de La Restinga -el sitio más al sur de Europa- que ha justificado el nombre con que fue bautizado: Mar de las Calmas.
Tranquilo durante casi todo el año y perfectamente visibles las líneas donde se interrumpe esa quietud, el espacio rompió su silencio en octubre de 2011, cuando una erupción submarina a solo dos millas de la costa obligó, primero, a desalojar en dos ocasiones el pueblo pesquero de La Restinga, pero contribuyó, después, a enriquecer aún más el patrimonio biológico de este lugar.
El Faro de Orchilla se alza sobre este espacio natural, que fue declarado Reserva Marina en 1996 y en el que la pesca artesanal y la investigación conviven con el submarinismo, que se ha consolidado en la zona como una de las actividades más pujantes y que atrae cada año a miles de personas seducidas por la belleza y el buen estado de conservación de su diversidad biológica.
El historiador y arqueólogo Sixto Sánchez ha señalado el faro como el edificio civil más importante de la isla y ha recordado que el proyecto para su construcción se remonta a 1856, cuando el Gobierno planteó un plan para mejorar las condiciones de la navegación en las Islas Canarias, que se consolidaban como uno de los mejores lugares para favorecer la interconexión entre Europa, África y América.
En declaraciones a EFE, Sixto Sánchez ha subrayado la importancia histórica y estratégica del lugar donde hoy se levanta el Faro, ya que el geógrafo Claudio Ptolomeo situó -en el siglo II- en ese punto el Meridiano 0 y esa referencia cartográfica se mantuvo hasta que los británicos lo trasladaron a Greenwich en el siglo XVIII.
El proyecto para construir un faro en el lugar más occidental de España no cuajó hasta 1924, cuando comenzaron las obras con toneladas de piedra transportadas en su totalidad desde la cantera de Arucas (en Gran Canaria), ha recordado el historiador, quien ha explicado que en 1933 se encendió por primera vez y ya nunca ha dejado de emitir unos destellos que en la actualidad son perceptibles, en días despejados, a más de cien kilómetros.
Primero sustentado con petróleo, procedente cada quince días desde Tenerife; luego electrificado; y en la actualidad alimentado mediante paneles fotovoltsicos, el faro personifica la apuesta de la isla por el desarrollo sostenible, las energías renovables y la autosuficiencia energética e hídrica.
Ha sido precisamente el histórico aislamiento de la isla lo que más ha favorecido la conservación de actividades y costumbres tradicionales y un desarrollo sostenido y asentado sobre la conservación de sus recursos y sus paisajes, y también lo que ha empujado su declaración como Reserva de la Biosfera por la Unesco para premiar el equilibrio que ha conseguido entre el desarrollo y la conservación de sus valores naturales y culturales.
Sixto Sánchez suma, a la abundancia e importancia de los yacimientos arqueológicos y a la riqueza etnográfica, la sucesión de espacios naturales que se reparten por la isla, que a pesar de ser la más pequeña del archipiélago canario es la que cuenta con un mayor porcentaje de su superficie amparada bajo algún tipo de protección.
El Faro de Orchilla ha sido testigo mudo de cómo avanzaba la conservación y la protección de la isla, y aguarda silencioso cómo avanzan en los despachos las negociaciones políticas y los trámites administrativos para que el Mar de las Calmas se convierta de facto en una de las joyas naturales de España y obtenga el título de Parque Nacional, que lo convertirán en el primero de carácter exclusivamente marino.
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