Los abusos sexuales, nuevo campo de batalla de la justicia liberiana
MADRID, 22 (EUROPA PRESS)
Los delitos sexuales en Liberia, especialmente contra la población infantil suelen ser, desde el fin de la guerra civil en 2003, el primer o el segundo factor de criminalidad en las estadísticas mensuales que manejan la Policía y grupos pro derechos humanos. A tal efecto se han puesto en marcha numerosas campañas de concienciación para alentar a las víctimas a que emprendan medidas legales contra sus agresores, una tarea muy difícil habida cuenta de la lentitud con la que opera el sistema judicial liberiano, donde sólo un cinco por ciento de sus magistrados han acudido alguna vez a clases de Derecho.
Durante la guerra, mujeres y niñas fueron sometidas a violaciones, generalmente en grupo, y esclavitud sexual que terminaron desembocando en numerosos casos de embarazo entre las agredidas. Según una encuesta realizada hace tres años, un 92 por ciento de las mujeres preguntadas denunciaron haber sido objeto de algún tipo de violencia sexual, una práctica que en el país africano está, de alguna forma, institucionalizada y que se ha convertido en una dramática consecuencia directa de la guerra civil que consumió al país durante quince años.
En el caso de Liberia, el caso es diferente al de otros países: la guerra parece haber destrozado las normas, enseñando a los hombres que si quieren mantener relaciones sexuales, la forma más sencilla es someter a las chicas. “La violación es una cicatriz de la guerra”, declaró uno de los responsables de la unidad policial encargada de perseguir la violencia sexual, Dixon Jlateh, al diario estadounidense 'The New York Times', donde aseguró que “la violencia sexual es producto directo de la guerra”.
LA VIOLACIÓN, NUEVA GUERRA DE LIBERIA
Los abusos sexuales en Liberia se han convertido en la principal batalla de las ONG, en particular de Médicos sin Fronteras, especialmente en la capital, Monrovia, donde se han llegado a registrar casos de violación en menores de 21 meses.
“La guerra civil se habrá terminado, pero la nueva guerra es la violación, especialmente la que se centra en adolescentes, niñas y en bebés. Durante la guerra teníamos a los pacificadores para contener la violencia, pero las mujeres ya no disponen de estas fuerzas de paz para evitar las violaciones”, declara la residente de Monrovia, Tuppe Kiadi.
Seis años después de la resolución del conflicto, son cada vez más las campañas de concienciación que instan a las víctimas a denunciar a sus agresores y para informar a las mujeres y a las chicas de los numerosos servicios que están a su disposición para recibir ayuda médica y psicológica, particularmente en las instalaciones de Médicos sin Fronteras en el hospital Island, en Granja Tweh, al oeste de la capital.
Allí, “las visitas de víctimas de violación han aumentado durante los últimos meses”, según la trabajadora social Elizabeth Zro, quien destacó que, aunque “las violaciones siguen siendo un problema enorme”, la gente “es mucho más abierta que hace unos años”. Ahora, la clínica acoge a una media de 70 pacientes al mes, un 80 por ciento de las cuales tiene menos 18 años, y de estas, sólo un poco menos de la mitad tiene menos de 12 años.
La mayoría de estas pacientes acuden al Island animadas por las numerosas campañas en la calle que MSF ha emprendido para vencer el tabú que predomina entre las familias donde sus hijas o esposas han sido objeto de abusos sexuales, y sobre todo, para educar a la población femenina sobre los límites a partir de los cuales comienza el abuso sexual. “¿Realmente te ha violado?” es el lema a seguir y el que figura en los carteles que se ven por la calle.
Es una campaña destinada a combatir el tradicional silencio que predomina en Liberia sobre las cuestiones de naturaleza sexual y que atañen, por extensión, al sexo en general, a la planificación familiar o a las enfermedades de transmisión sexual.
Por ello, a las víctimas de violación se las hace un chequeo completo: examen médico más medicamentos para bloquear la infección del VIH así como píldoras anticonceptivas si tienen la entereza de acudir a estos centros como máximo tres días después de que se haya consumado la violación.
BUSCANDO JUSTICIA
De la persecución de los acusados se encargan sobre todo la Asociación de Abogadas en Liberia (AFELL, por sus siglas en inglés) y el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA). Ambos coinciden en que cada vez son más las víctimas que desean denunciar a sus agresores, aún a sabiendas de las dificultades que plantea el farragoso sistema judicial liberiano, que hasta ahora sólo ha procesado cuatro casos de violación desde 2003, si bien más de 140 presuntos violadores esperan ser juzgados.
Concretamente, el problema reside en la falta de comunicación entre las cortes regulares y los tribunales especiales que juzgan particularmente esta clase de delitos, porque estos carecen del personal necesario para gestionar el papeleo.
“Se sigue tardando demasiado en trasladar los casos a los tribunales especiales”, según declara Naciones Unidas a través de su propia agencia de información, IRIN. Además, existe una profunda discrepancia entre el número de informes médicos de los que se tiene constancia sobre víctimas de violación, y el número de casos judiciales abiertos, según el asesor del grupo sobre Violencia de Género (GBV) del UNFPA, Saadiq Ayed.
“Nos damos cuenta de que las mujeres están impacientes por ver su caso ante un tribunal, pero las dinámicas de un juicio por violación no son sencillas”, declaró la presidenta de AFELL, Deweh Gray.
La fiscal jefe del tribunal especial de abusos, Felecia Coleman, defendió no obstante el éxito del programa y aplaudió la voluntad de las afectadas para presentar su caso ante la justicia. “El hecho de que se haya condenado a gente a la cárcel demuestra que estamos avanzando en la lucha”, aseguró.