El traidor Abascal
Mordechai Chaim Rumkowski era un empresario sionista de escasa fortuna, violador y un traidor a los suyos, que fue nombrado por los nazis presidente del Judenrat de Lodz (Polonia). Su labor era la de ofrecer a los empresarios nazis mano de obra judía y gestionar el funcionamiento del gueto.
Es difícil encontrar un personaje más infecto entre los colaboracionistas que hubo en la Segunda Guerra Mundial. Como presidente del Judenrat usó su poder para tratar de forma cruel a sus similares judíos en el gueto. Luchille Eichengreen, una de las supervivientes del holocausto que trabajó como asistente de Rumkowski, contó cómo abusó sexualmente de ella y de muchas otras niñas durante el tiempo que estuvo a cargo del Judenrat.
Niñas, que si se resistían, eran mandadas a los campos de exterminio por el propio Rumkowski. En el año 1942 los nazis pidieron a Rumkowski que les entregara a los niños, ancianos y enfermos para ser deportados a los campos de exterminio. El autodenominado Chaim I, como un rey absolutista del guetto, lanzó un discurso a los judíos a su cargo para que les entregaran a los niños porque eso salvaría al resto. El discurso que Rumkoswki declamó fue uno de los más infames de la historia de la Shoah: “Entregad a vuestros hijos para que los demás podamos sobrevivir,” les dijo a las madres sollozantes.
No es difícil imaginar el papel de Santiago Abascal en diferentes momentos de la historia. No sería muy diferente al de cualquier fascista advenedizo que no duda en vender a los suyos para garantizarse la mejor posición posible. Si pienso en alguien de nuestro tiempo que podría interpretar de manera precisa el papel de Rumkowski pienso en Santiago Abascal. Pero no solo pienso en el presidente del Judenrat de Lodz, también haría bien de Efialtes de Tesalia traicionando a los espartanos o de Javier Negrete y Adorno ayudando a Murat en la invasión francesa de España. La esencia moral de traición a los suyos de los abascales de nuestro tiempo se representaría de manera modélica en la forma de un kapo infame de Auschwitz como Ernst Krankemann. Donde haya un traidor encaja el líder de Vox. No duden, ni un solo momento, que también sería un burócrata en la URSS de Stalin. Siempre pienso en un personaje de la talla moral de Abascal como el ideal para haber actuado como Andréi Vyshinski, fiscal de los procesos de Moscú en la gran purga de Stalin, que pasó de menchevique al más furibundo de los bolcheviques solo por supervivencia personal y ganas de medrar.
Mi concepción de la patria es limitada, pasa por defender que nadie haga daño a la gente que quiero y no aceptar que haya intromisiones extranjeras en la política nacional porque es lo mismo que atacar la soberanía popular que es lo mismo que defender el modo en el que pueblo elige su modo de vivir incluso no compartiendo aquello que ha decidido. Viviendo en Madrid siendo de izquierdas es algo que hemos acostumbrado a ejercitar porque es extraña la vez en la que el pueblo en su mayoría decide lo que creo adecuado para la gobernanza.
No me atrevería a juzgar a quien tenga la misma concepción laxa sobre la patria cuál debe ser la manera de defenderla. Pero sí es llamativa la concepción de amor a la patria, y nos permite juzgarla, de quienes viven envueltos en la bandera para llamar traidores a los españoles que no piensan como ellos mientras acuden raudos a rendirse genuflexos al primer líder extranjero que amenaza a nuestro país con hacerle daño. Abascal es el ejemplo supremo del fascista español que siempre sale al extranjero buscando ayuda para derrotar a una izquierda con la que ellos solos nunca pueden. El líder de Vox salió en defensa de Javier Milei y acudió a reunirse con el carnicero de Gaza después de que Israel amenazara a España con hacerle daño porque su concepción de la patria es servir de colonia para potencias extranjeras que le dejen ejercer de virrey en su propia casa.
Abascal tiene una patria férrea en la que cree y que defiende con voracidad. Es vivir sin trabajar del dinero público, Abascal ama a España porque le ha permitido llevar una vida de rico sin haber dado un palo al agua, sin haber aportado nada a la sociedad, sin tener talento y sin siquiera haber heredado un patrimonio importante de su familia. Abascal es el sueño de aquellos que defienden la prosperidad del capitalismo y la cultura del esfuerzo sin esfuerzo y sin tener talento. Es un referente para quienes ven con envidia a quien tiene más pero saben que con su propio desarrollo profesional, laboral o intelectual jamás conseguirán trascender de su vida mísera de odio y resentimiento.
Abascal es el espejo en el que se miran muchos votantes de Vox ansiosos por lograr una vida de prosperidad a costa del erario público y sin trabajar mucho, o nada, al ser conscientes de que no habría ninguna otra manera con sus exiguos talentos para garantizarse una vida de estipendios en el sector privado. Los que odian el sector público y dirigen sus iras hacia el gasto del Estado son los que más necesitan valerse de él como única salida a su nula capacidad pero que acompañan con más nimia moral y ética. Por eso harían cualquiera cosa para medrar, incluido traicionar a su país y los suyos. No duden ni por un momento que los que son ahora votantes de Vox no hubieran tenido ningún problema en prosperar en el gueto. Sirva como apunte histórico, y para nuestros días, que Chaim Mordechai Rumkovski acabó su vida en Birkenau porque Roma no paga traidores.
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