El fantasma del terrorismo vuelve a planear sobre Londres
El descubrimiento de un coche bomba capaz de causar una carnicería a la puerta de una discoteca londinense - y la sospecha de que un segundo vehículo pudiera estar relacionado- hizo planear este viernes de nuevo el fantasma del terrorismo sobre Londres, a punto de cumplirse dos años de los atentados del 7 de julio, en los que murieron 56 personas y 784 resultaron heridas.
Esta vez hubo, sin embargo, suerte, y la policía logró desactivar los explosivos que contenía el lujoso vehículo que alguien había dejado a altas horas de la pasada noche frente a un local del barrio más turístico de Londres: el que rodea a la plaza de Piccadilly y donde se encuentran numerosos cines, teatros y clubes nocturnos.
Una feliz circunstancia hizo que el personal sanitario que había acudido a la discoteca Tiger Tiger, en la calle Haymarket, atendiendo a una llamada de alguien que se había puesto enfermo en el interior del local, viese salir humo de un Mercedes aparcado fuera y, sospechando de que pudiese haber una bomba, llamase inmediatamente a la policía.
El fallido atentado presenta en cualquier caso el primer reto para el gobierno del primer ministro, Gordon Brown, inaugurado el jueves, y en especial para la nueva titular del Interior, Jacqui Smith, que este viernes se estrenó convocando una reunión del llamado comité Cobra, integrado por los titulares de varios ministerios y los servicios secretos.
“Una grave, real y continua amenaza''
Brown dijo que el incidente debía servir como recordatorio de que el país se enfrenta a “una grave, real y continua amenaza” y que la población tiene que estar “vigilante” todo el tiempo. Mensaje en el que también insistió la ministra del Interior, Jacqui Smith, quien pidió también a los ciudadanos que denuncien cualquier cosa sospechosa.
El atentado de este viernes, felizmente frustrado, pretendía tal vez ser un aviso terrible y asesino al nuevo Gobierno laborista, que hereda de su predecesor, Tony Blair, entre otros graves desafíos, la situación no resuelta de Irak, en la que muchos ven un vivero de terroristas internacionales.
A juzgar por el material encontrado en el vehículo - gasolina, bombonas de gas y clavos -, el terrorista o los terroristas pretendían causar la máxima destrucción posible, utilizando al parecer como detonador un teléfono móvil, en una zona frecuentada por los jóvenes hasta altas horas de la noche.
Algunos han señalado que lo ocurrido tiene ciertos paralelos con otro compló desarticulado en el 2004, cuando la policía detuvo al británico vinculado a Al Qaeda Dhiron Barot y encontró en su poder planes muy detallados para la explosión de coches bomba.
Según se descubrió entonces, Barot, cabecilla de una conspiración internacional con ramificaciones en Pakistán, pensaba utilizar lujosos automóviles que llenaría de metralla para matar o causar heridas al mayor número posible de personas.
De acuerdo con la fiscalía británica, aquel terrorista de 34 años, condenado a cadena perpetua en noviembre del 2006, pretendía emular con los atentados que planeaba en Gran Bretaña y Estados Unidos los del 11 de marzo del 2004 en la capital española, que causaron 191 muertos y casi 2000 heridos.
En una conferencia de prensa para dar los primeros detalles del intento terrorista de hoy, el subcomisario de Scotland Yark Peter Clarke reconoció que el método utilizado recordaba el de otros anteriores aunque, preguntado por la posible existencia, esta vez también, de “un elemento internacional”, no quiso de momento hacer conjeturas.
Clarke mencionó, sin embargo, los lugares de diversión como los clubes nocturnos como objetivos potenciales de los terroristas y recordó que miles de personas abandonaban los establecimientos del West End (barrio teatral londinense) la pasada noche, hacia la hora en la que se descubrió el Mercedes que alguien había transformado en coche bomba.
Mientras los artificieros trataban de determinar esta tarde con ayuda de un robot si el segundo coche sospechoso, aparcado en las proximidades de Hyde Park, tenía algo que ver con el primero, la muchedumbre, ajena a todo ello, aprovechaba las rebajas de las tiendas de Oxford Street y caminaba cargada de bolsas con sus compras.