El nuevo tratado de la UE, a un paso de ser aprobado definitivamente
Los gobiernos de la UE pretenden cerrar la semana que viene, definitivamente, el texto del nuevo tratado que han negociado en un tiempo récord como sustituto de la fallida Constitución Europea.
Aunque sus juristas llegaron la semana pasada a un acuerdo sobre el texto -152 páginas más 76 de protocolos y 25 de declaraciones-, “quedan algunas cuestiones políticas” que deberán zanjar los ministros o los jefes de gobierno en persona, según admitían este viernes fuentes de la Presidencia de turno portuguesa de la UE.
Los ministros de Asuntos Exteriores celebrarán el lunes en Luxemburgo una sesión, la penúltima, de la conferencia intergubernamental abierta en julio (CIG), sesión en la que “cada uno deberá retratarse” y se verá quién tiene todavía problemas, en palabras de otro diplomático.
Tres días después, los jefes de estado o gobierno se reunirán en una cumbre informal en Lisboa con el objetivo principal de cerrar los últimos flecos que pudieran quedar, de manera que el nuevo tratado pueda ser firmado por los Veintisiete en diciembre y se pueda proceder a su ratificación, en cada estado, a lo largo de 2008.
Polonia sigue siendo la principal incógnita, aunque el mismo diplomático portugués se declaraba este viernes “razonablemente optimista” sobre la posibilidad de superar las objeciones de Varsovia, en vista de la “buena colaboración” que está mostrando el Gobierno polaco.
La casi coincidencia de la cumbre de Lisboa con las elecciones polacas -tendrán lugar el 21 de octubre, dos días después del Consejo Europeo- no está restando probabilidades, sino más bien al contrario.
El Gobierno polaco “quiere un acuerdo que pueda presentar de forma positiva ante su opinión pública”, según otro diplomático europeo, quien hace notar que el partido del primer ministro saliente, Jaroslaw Kaczynski, el PiS (Ley y Justicia, conservador), tiene unos resultados favorables en las encuestas.
La objeción polaca se refiere al llamado compromiso de Ioannina, que Varsovia querría ver inscrito en el Tratado aunque el mandato de negociación acordado en junio no lo contemplaba.
Polonia ya consiguió retrasar hasta 2014 la entrada en vigor del nuevo sistema de voto basado en la “doble mayoría” (de estados y población), muy favorable a Alemania, con una posible prórroga hasta 2017.
Ioannina, nombre de la ciudad griega donde fue acordado en 1994 este compromiso, permite a un grupo de países forzar la suspensión de una determinada decisión en el Consejo de la UE “durante un plazo razonable”, aunque no reúnan los votos necesarios para bloquearla, pero siempre que se encuentren cerca del umbral de bloqueo.
Según las fuentes, Varsovia ya no pretende que el “plazo razonable” de la suspensión dure varios años, pero no le basta tampoco con que el mecanismo quede inscrito en una declaración aneja al tratado, sino que exige un protocolo, algo mucho más difícil de modificar.
Otras objeciones
Además de la reserva polaca sobre el estatuto jurídico de la cláusula renovada de Ioannina, han surgido otras objeciones que deberá abordar la CIG a nivel político (ministros o jefes de gobierno).
Así, Bulgaria insiste en que el euro sea transcrito al cirílico como “evro”, lo que rompe la unidad de denominación de la moneda única, a lo que se opone el Banco Central Europeo, y Austria pretende restringir la libertad de acceso de los estudiantes alemanes a sus universidades.
El Reino Unido, uno de los que más cambios exigieron que se introdujeran una vez fracasado en el Tratado Constitucional, parece haber quedado satisfecho con las últimas garantías arrancadas en los ámbitos de la cooperación judicial y policial (JAI).
Los británicos podrán seguir eligiendo si participan o no en las nuevas iniciativas JAI, incluso si son meros desarrollos de medidas en las que ya habían decidido participar.
Ahora bien, para quedar fuera, Londres deberá convencer a una mayoría cualificada de socios y, aunque lo haga, el coste político será alto, porque tendrá que abandonar no sólo la nueva cooperación que esté en discusión, sino también aquella en la que ya participaba.
“Si todo esto (la Constitución Europea) empezó como un ejercicio de simplificación, podemos decir que hemos alcanzado ampliamente nuestros objetivos”, ironizaba este viernes un embajador.