Espacio de opinión de La Palma Ahora
Adiós al carnaval
Pienso que el título, que marca el final de la fiesta, está lleno de sugerencias y de elementos para reflexionar. Presumimos de lo nuestro con ese patriotismo, posiblemente mal administrado por ser demasiado sincero, pero que, sin embargo, no esconde ningún tipo de ensañamiento con los fallos que hayan podido tener las fiestas, ni tampoco existe por nuestra parte, la voluntad de arremeter contra aquellos que humanamente hicieron lo posible para que el carnaval palmero encuentre definitivamente un sitio en el contexto regional. Es verdad que “Los Indianos” vienen acaparando la atención forastera con la peligrosa amenaza de una pérdida de identidad. Es verdad que este año, el número de visitantes fue menor, pero sin entrar guarismos matemáticos más o menos fiables, la masa me pareció, como en las últimas ediciones, un monstruo sin rostro, impropia para un desfile y, por tanto, una estafa a lo que fue el evento originario. Confieso que la última versión de “los indianos” justificó el temor que a algunos palmeros nos invade de que, más pronto que tarde, podamos perder un acto que es del pueblo y en el que el pueblo, rondallas, parrandas y agrupaciones, en medio de la masa descontrolada, parece negarse a participar. Señores, nos espera trabajo. Debemos estimular los resortes de la imaginación, si queremos mantener y fomentar lo que es el número tradicional de nuestro carnaval, para que no desmerezca a una fama precedida de antiguas singularidades, que daban una personalidad exclusiva al un desfile que todos añoramos. No nos vale que, a modo de excusa, nos digan que ya no es mismo, que nos olvidemos de esa inamovible fidelidad, porque vivimos en el marco de una sociedad cambiante. Me pregunto si esa sociedad cambiante, es la del paro y la miseria compartida, la sociedad de los bolsillos vacios y de la de la profunda tristeza, la que ha patentado la expresión de descontento y protesta de los palmeros, que han huido de la calle, su patio habitual de vecindad, e impedido su presencia más activa en la fiesta. Tal vez el carnaval de los políticos, en los últimos tiempos, ha viciado el estado de bienestar y ha saboteado nuestras arcas, hasta el punto de reconocer que “no estamos para festejos”. Todos hemos notado, en la calle, en las tertulias y en las comidas, la ausencia de amigos, que otros años nos hacían felices con sus ademanes de afecto, sus sonrisas cómplices y la broma espontánea propia de estos días. Se han quedado en casa, teniendo a la televisión de contrapunto y, en su pantalla, el otro carnaval. Hemos enterrado la sardina, pero en la tele sigue el carnaval de aquellos que nos ven desde arriba, con la mirada descarada del poder, disfrazados de padres de la patria, cuando su paternalismo hace aguas, al dar cobijo a ladrones que “enriquecidos” con su proceder construyen el féretro, no para la sardina sino para la democracia, un ataúd tan blanco, como sus guantes.
Nos gustaría decir adiós al Carnaval, la fiesta que parece estar al margen de la carnadura moral de algunos, una carnaval lleno de picardía, con máscara o con disfraz, que ha permanecido vivo a través de los tiempos: “El carnaval es locura. / Es amor y sentimiento,/ es hechizo y es ventura. / Hay que ver con que finura / se buscan las ocasiones: / las mujeres son varones/olvidando su ternura; / los hombres, en la pintura,/ encuentran su camuflaje?/ Con telas y con encaje / van vistiendo su figura? / ¡Y el carnaval es locura / en virtud del maquillaje!”. Se dice del carnaval, que “quien lo vive es quien lo goza”. Esperemos que el próximo año no tengamos que poner “a mal tiempo buena cara”, y que nuestros políticos con sus actitudes, todos juntos y sin disfraces, consigan para La Palma, las cotas de bienestar que deseamos.
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