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Año Nuevo, vida nueva...

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Se acaba el año 2013. Doce meses de pocas luces y largas sombras. Un tiempo de preguntas y respuestas inconcretas. Un año que se acaba con nuestra esperanza colgada al cristal del mañana. Un mañana que deseamos sea de aire azul y cielo claro. ¿Qué importa que el tiempo pase y que no vuelva, si el futuro es plácido? ¿Qué importa el ayer si mañana el trabajo marca el latir de nuestras horas y no hay hambre bajo los tejados? ¿Qué importa si no hay mendigos en este lento amanecer; si podemos soñar con los ojos abiertos con jóvenes laboriosos, con adolescentes sin miedo a un porvenir robado a una crisis de necios? ¿Qué importa si dejamos atrás el mapa asqueroso de la corrupción; la prepotencia de los dirigentes, y los puntos de fricción de los partidos, y, en un prodigio de buena voluntad, logramos normalizar la convivencia y perseguimos la grandeza común? ¿Qué importa si recuperamos para la política al ciudadano honesto y de palabra; al político que avance por la verdad de sus ideas sin traicionar a su tierra? ¿Qué importa si dejamos de sentir el cansancio de los palmeros y palmeras conformistas y, con el nuevo año, nos disponemos a ser personas dignas y con orgullo, personas ajenas a la envidia, la animosidad y el resquemor que sólo alimenta a los miserables? ¿Qué importa si revestidos de inquietud vibrante y nobleza creadora, somos capaces de conciliar cerebro y corazón con los intereses de la Isla? ¿Qué importa??

El final de toda etapa debe invitar a la reflexión, aunque, al mirar atrás, nos nazcan arañas en el alma? Es verdad que hemos elegido a nuestros políticos para que pensaran por nosotros y fueran los guías del interés general porque, como humildes ciudadanos, somos modestos peticionarios de ayuda para intentar sobrevivir en medio de una situación social y política que según todos los indicativos había entrado en una decadencia irreparable. Pero creemos en la recuperación. Y para buscar soluciones ya va siendo hora de que los políticos dejen de comportarse como pequeños dioses. ¡Hasta el verdadero Dios bajó a la tierra y se hizo hombre! Muchos tendrían que mirarse en “su espejo” y empezar de nuevo. Dejar a un lado la soberbia del poderoso y encontrarse con la gente para ver el mundo tal cual es? Conectar con la gente en la plaza, en la calle, en cualquier camino, escuchar su verdad desnuda, atender sus problemas y saber de sus sueños; sentir “su latido” e interpretar, en él, el palpitar de la vida de una ciudad o de un pueblo, la excitación que se activa cuando el aire puro de la mañana proclama su derecho a entrar en cada casa.

Y es que, esta Navidad, nuestra gente no ha olvidado ni las canciones ni las palabras, pero necesita poner una sonrisa en esta tierra de lágrimas, necesita luciérnagas que pongan luz a su oscura noche, algún clown que borre con un gesto la tristeza ácida que provocan el paro y la pobreza. Claro que, en estos tiempos, a ningún político le gusta ser luciérnaga o payaso. Por eso, nuestra gente sabe que, con el Año Nuevo, cada cual seguirá siendo cada cual, aunque no se resigne y espere cambios? Son muchos los palmeros necesitados de una palmadita en la espalda o una palabra optimista, un detalle que les invite a ver en el político al amigo, además de al protector y al guía. Alguien que le mire, como decía el poeta: “con el corazón en la mano, que es su verdadero sitio”. Para 2014, los palmeros pedimos un mundo nuevo, una sociedad distinta con vocación de permanencia y sentido histórico de futuro.

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