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¿Dónde estabas cuando el volcán?

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Y tú, ¿dónde estabas cuando el volcán? Es una pregunta que desde hace ya unos días debemos acostumbrarnos los palmeros, y hasta preparar una respuesta. Podrías estar en la playa, en una sobremesa o haciendo lo de cualquier 19 de septiembre, pero quedará marcado en nuestra memoria como el malpaís quedará en la isla. Quizás estabas prevenido, con una maletita con ropa y esenciales, o conoces a alguien que estaba siendo evacuado de manera preventiva. O puede que fueras de los primeros en buscar sitio para ver lo que se venía encima, sin llegar a imaginar la cantidad de emociones que ello provocaría.

Yo me encontraba fuera de mi tierra, uno de tantos estudiantes que salimos de la isla para formarnos y solo volvemos en vacaciones y otras fiestas de guardar. Siempre se ha escuchado que la posibilidad del volcán está ahí. Eso de que nuestros mayores han visto uno (o más). Eso de que estábamos en pleno enjambre sísmico. Pero en mi cabeza no cabía la posibilidad. Aquí no pasan esas desgracias. Fuera, la realidad era otra, pero esa historia ya la conocen.

Nuestra isla no abre informativos, pensé, y ahora es difícil encontrar una pantalla en la que no aparezca el volcán, aún sin nombre. Y donde están las cámaras, más temprano que tarde, aparecen políticos y autoridades. Esperemos que ni unos ni otros nos olviden, y que cuando el morbo haya pasado, recuerden que las consecuencias de la erupción siguen, y seguirán ahí durante mucho tiempo.

Yo les quiero relatar el fuego interno que sentí cuando escuché la noticia de la erupción. Una impotencia, preocupación y desconcierto que, pese a ser ínfimo a lo vivido sobre el terreno, me llevó a La Palma en cuestión de días, mentalizado, pero no preparado para la imagen que estaba a punto de encontrarme; de la curiosidad a la desolación en lo que bajas desde Tacande a Todoque. Adiós a esa falda de pinar, adiós a ese paisaje de casitas desperdigadas. El volcán y la lava han venido para quedarse y arrasa con aquello que se lo discuta.

Aun así, hay que vivirlo. Es algo que nos ha marcado a los palmeros durante generaciones, y este volcán hará lo propio con la mía, a fin de cuentas, la realidad volcánica de esta tierra que nos ha hecho ser quien somos. Como los pinos que cubren aún las cumbres de la isla, aguantaremos. Todo esto pasará, pero sin dejarnos del todo. Este volcán marcará la tierra, propiedades, familias y, sobre todo, otro capítulo en nuestra memoria colectiva como si de una cicatriz se tratara. Esa cicatriz que al verla, nos recuerda el dolor, pero también la viva muestra de que seguimos adelante.

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