Esta isla mía donde me crié, donde crecí y ahora comienzo a entrar en cuarto menguante se dedica fundamentalmente a ser hermosa, se dedica en cuerpo y alma eso, a ser bonita, y que conste que esto no es una indirecta a ningún político, lo que digo es literal. Una vez propuse un eslogan turístico para la Palma al que nadie por cierto hizo puñetero caso: ‘La Palma, la isla donde hasta lo feo es bonito’. Creo que es rigurosamente cierto hasta tal punto de que en los desastres naturales hay daños y sufrimiento, todos sufren, menos la estética. Ni el mismísimo César Manrique hubiera diseñado un paisaje volcánico superior al Tajogaite, es más, hasta algunas planchas que levantó el Delta quedaron bien colocadas y es que nuestra isla, en su flora y su geología, se dedica a eso, a ser hermosa. Incluso los basureros, sí, los basureros, están colocados en paisajes bellísimos, me atrevería a decir que son los basureros más hermosos del mundo. Tal vez ha llegado el momento de que la Isla Bonita se dedique a otras cositas como el crecimiento económico y poblacional, que es lo mismo aunque no sea igual, y es que sin eso, a la larga, ni la más inigualable belleza es sostenible, al menos para los que tienen que buscarse la vida en lugares no tan lindos.