La mala educación

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Vivimos en tiempos convulsos, de cambios rápidos y de alcance global. Las guerras pueden destruir a la humanidad de un golpe, ya no son de trincheras. A pesar de los avances en la asistencia sanitaria, las muertes causadas por una enfermedad se siguen contando por millones. Seguimos siendo destructivos a pesar de creernos eternos. 

De hecho, somos tan autoengreídos y arrogantes, que podemos prescindir del conocimiento. Me explico. 

Durante la pandemia hemos observado a los “no creyentes de las vacunas”, a algunos usuarios de youtube que sabían más que los científicos después de años de estudio y desde luego con más de 5 minutos de marketing pseudocientífico. Y así criticaban continuamente las recomendaciones básicas, incluso en el uso de las mascarillas o los métodos de prevención. Surgieron expertos en pandemias que no lo eran, que pasaron luego a ser expertos en volcanes que no lo eran y que para más inri, casi siempre demostraban dudosa capacidad lectora. La ciencia no es algo en lo que creer, sino que es una herramienta para llegar al conocimiento. Es revisable y demostrable. Y las teorías, válidas, hasta que se demuestre lo contrario. Hay otras fuentes de conocimiento como la filosofía y la historia, tan importantes para la humanidad como la ciencia. 

Sin embargo, no me sorprenden los falsos profetas. En la era de la información masiva, cada vez estamos más desinformados. Porque a la par que la información contrastada, hay mucha desinformación y poco criterio para discernir la información buena de la mala. Así surgen los malos creyentes y así proliferan los profetas de pacotilla. 

Tener criterio está infravalorado y defenderlo ya ni te digo. Para muestra un botón. ¿Vieron el empujón gratuito para evitar las preguntas a Ayuso en la toma de posesión del nuevo presidente de Castilla y León? Pues eso, el comportamiento de algunos políticos ofendiditos ante la más mínima crítica razonada es asombroso. Preguntar puede estar mal visto y defender otra opción, con criterio, se rechaza con aspavientos infantiloides. 

 No lo justifico, pero es el caldo de cultivo en el que vivimos. Toleramos lo intolerable: corrupciones, mascarillas defectuosas, comisiones millonarias, mentiras, una Justicia que curva el código penal hasta romperlo, dinero negro, por no hablar de la poca honestidad o franco egoísmo. 

Y el caldo de cultivo, va aderezado con unos planes de educación que se cambian casi con cada legislatura y sin Pacto de Estado. Así pues, para el próximo curso toca eliminar la filosofía obligatoria, la historia en bachillerato empezará en 1812 y no en la prehistoria y, en cambio, la historia de Canarias en la ESO pasa de ser obligatoria a optativa. Y todos sabemos que las optativas son las asignaturas maría, las que puedes sentarte a hacer dibujitos. 

Así pues, ¿cómo es que los adolescentes actuales van a aprender criterio sin conocer historia o filosofía básicas? La historia que no se conoce, se repite. Si no se conoce la evolución del pensamiento humano, cómo poder comparar distintos puntos de vista, criticarlos y mejorarlos? ¿cómo se puede llegar a un criterio propio? ¿quiere esto decir que el conocimiento de la revolución francesa, del feudalismo, de la conquista de América, de los vikingos, del imperio romano, de la peste, de las cruzadas y la persecución religiosa va a desaparecer? ¿Las futuras generaciones no conocerán previas dominaciones, luchas, secuencia de logros e injusticias humanas? 

¿Se volverán los niños más tontos y maleables?... ¿se baja el nivel aposta para ocultar un sistema educativo imperfecto lleno de indicadores de enseñanza (y burocracia) pero sin enseñanza de contenidos? Sinceramente, espero que estos planes educativos no proliferen, y que se escuche al profesorado que ha puesto el grito en el cielo y que se recapacite con todo el “buen criterio”. 

Recordar solo que lo primero que se hace para controlar a un pueblo es privarlos de memoria, poco a poco. Y luego es más fácil destruir sus libros, su cultura e historia...Lo hicieron los en Alejandría (año 48), en la hoguera de las vanidades (año 1497), los nazis (1939-45), en Sarajevo (1992), en Bagdad (2003)...y ahora apadrinados más sutilmente por el neoliberalismo. Y quien destruye, luego escribe otros libros, para sostener otra cultura, inventa otra historia, sostiene sus pensamientos como válidos y únicos; quita otras opciones, las otras elecciones.

La educación es un derecho universal. Pero la mala educación no es suficiente. La educación enseña buenas maneras y conocimiento. Es la única forma de saber leer entre líneas y mantener un clima de respeto y diálogo. Con suerte, nos permitirá saber cuándo nos están mintiendo, como cuando un partido fascista nos repite el mantra de que la violencia machista no existe (que el privilegio no te nuble la vista, machote), que la justicia es eméritamente igual para todos o cuando un partido condenado por corrupción exige transparencia económica o limita la libertad a unas meras cervezas. 

La mala educación es la que lleva a la oscuridad y a lo injusto. Que por cierto, es justamente lo que diría un negacionista: “un complot para el control mundial”.

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