Espacio de opinión de La Palma Ahora
Metrópolis. Un asentamiento que no evoluciona
Actualmente, en este asentamiento en el que reside la especie humana, heredero y producto de la polis emergida tras la Revolución Industrial, el esbozo de convivencia inútil y retrogrado con que los miembros de la misma interactúan, se relacionan, proponen sus disimiles actividades, sus patrocinados y narcisistas semblantes en múltiples casos, la necesidad imperiosa e irrisoria de enarbolar sus conductas y posicionamientos como fanatismos indudables y sectarios, y los ególatras dictámenes de creer, que no hay más certeza que la propia o la propuesta, alcanza, un caótico desatino y demagógico presente, incluso en mayor medida que la propia crisis que nos ocupa. Somos responsables de la involución del ser humano en sociedad. Nuestra prioridad es el objetivo económico y material, la competitividad violenta y criminal, donde el valor más aplaudido es el error ajeno y no el esfuerzo y el logro propio. Siendo esto último, incluso, en múltiples ocasiones, ejercitada en fluctuaciones y socarronas excentricidades. Residimos en las metrópolis bajo el dañino laudo de terceros, bien sea, Democracia, Dictadura, República, Monarquía, Religión y otros, y los márgenes impuestos, porque en el ejercicio, la búsqueda y la confrontación evolutiva, arrinconamos la asignatura social, y acentuamos y priorizamos otros senderos como el científico, el económico y el industrial.
Residimos en sociedad por el clamoroso miedo al que estamos subyugados, una herencia social imperturbable e imperecedera, que tomamos y aceptamos sin mayor dilación, embolsado en una necesidad atávica y necesaria. Vivir en sociedad no es un error, es la actitud probable y lógica de la especie humana, el detestable error es hacerlo bajo la premisa del miedo. No podemos aludir estentóreas manifestaciones sobre la evolución de la especie humana, cuando el comportamiento social en múltiples casos alberga primitivismos deleznables e involutivos, donde esta especie a la que pertenecemos oscila desorientada y aturdida en los avances científicos y económicos.
Socialmente involucionamos, y esa involución, como una manada irrefrenable, ciega y extraviada, en el trasiego espacio tiempo, nos acarreará inmensos agravios sociales y decretos inhumanos en el futuro, al continuar dependiendo del arbitraje de terceros, Monarquía, Democracia, República, Dictadura, Religión y otros, como subsistencia necesaria. Nuestra arcaica y penosa conducta alimenta y engrosa en irrefutable y constante condición los márgenes y las inhumanidades que una y otra vez nos son impuestos, simplemente porque como ya he dicho, no sabemos convivir en sociedad. El conformado espacio que nos ocupa como residencia nombrado como Metrópolis, sostiene el hacinamiento social de un rebaño imposibilitado para habitar en armonía, y donde, toda posibilidad queda cada vez más, tributada por el dictamen impúdico e imperioso del Poder.
Ocupamos espacios sociales, no vivimos ni residimos ni habitamos ni convivimos en sociedad, la diferencia es evidente, sencilla y fácil de advertir. La involución es más difícil, nos distrae prioritariamente la evolución económica y científica, el empuje laboral, la luminosidad del objetivo material, el desconcierto alumbrado por el Gobierno y la Religión, la ofuscación de nuestro posicionamiento, el error insoldable de no albergar equivocación alguna, la ministerial y fastuosa propaganda televisiva, el imperioso y fugaz trasiego de modas que conforman nuestro aspecto, la recogida y abastecimiento improductivo de cotilleos y desarmes personales sobre otros, la marea incurable que constituye la credulidad fanática, y otras tantas y tantas actitudes.
Ridiculizamos y despreciamos otros asentamientos anteriores como los grupos tribales o las comunas, el futuro traerá con seguridad libros y teorías que ridiculizaran y despreciaran este asentamiento en el que transitamos, aunque en esos, puede, tampoco seamos capaces de convivir en sociedad.
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