Un Museo de Tecnologías Agrarias

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En La Palma son muchas las personas que, al leer el título de este artículo, mostrarán sus reticencias con expresiones del tipo “el autor de este texto es un iluminado” o “Museos en La Palma hay de sobra: Bordado, Puro, Seda, Cruces, Corpus, Contemporáneo, Museo al Aire Libre, Museo del Vino, Museo del Plátano… ”, y otras personas se preguntarán: “¿Qué pasa que en La Palma vamos a vivir de Museos?. Y no falta razón, la inflación de museos es patente, y su rentabilidad mejorable, pero ¿cuántos de esos espacios están dedicados a la infancia, y a la juventud?, ¿cuántos de esos museos pueden presumir de ser complemento a la formación académica de nuestra juventud?, porque exceptuando el Museo Naval de Santa Cruz de La Palma, la mayoría, sean importantes o no, a las niñas y a los niños les trae sin cuidado.

Un Museo de Tecnologías Agrarias tendría un triple beneficio: 1) Por una parte se beneficiaría nuestra infancia y juventud, ya que dispondrían de un espacio donde encontrar correspondencia entre lo que se estudia en colegios e institutos con lo que se encuentra en nuestras zonas de cultivo. 2) Sería un espacio de encuentro entre los sinsabores de la agricultura con las nuevas oportunidades que la Tecnología ofrece en ese campo, haciendo posible un relevo generacional rentable y profesional, dando continuidad a los cultivos de la isla, y haciendo más competitivos a los mismos, a pesar de un no deseable recorte de subvenciones. 3) Sería un nuevo atractivo turístico, una nueva oferta complementaria, que responda a la pregunta ¿qué hacer con niños y niñas en La Palma? Ya que fuera de playas y senderos, algo común en muchos destinos, disponer de algún espacio turístico para niños y jóvenes es algo que nos puede diferenciar.

¿Qué puede contener el Museo? Sea lo que sea este Museo, no puede tener grandes paneles llenos de texto que los niños y las niñas no van a leer. Debe de tener elementos con los que maniobrar, aunque obviamente no todos los elementos serán operados por las manos de niñas y niños, y todo lo que se muestre, debe de indicar “qué es”, “dónde se encuentra dentro de nuestro hábitat agrario”, y lo más sencillo que se pueda, debe de indicar el “cómo funciona”. De este modo se pueden mostrar: Manómetros con lo que pedir la columna de agua en las galerías, el corte transversal de una llave de paso de las que se utilizan en regadíos para que se vea como o no una llave deja pasar el agua, sensores de humedad, y todo lo relacionado con el riego automático, motobombas para riego en zonas donde la gravedad no permite otro tipo de riego, un invernadero de un m2, el uso de drones con cámaras, nuevos materiales en tuberías y equipamientos, trampas para especies invasoras que ayudan a disponer de una agricultura más libre de fitosanitarios, toda la tecnología presente en los empaquetados de plátanos (incluidos los robots empacadores presentes en muchos almacenes), control de alimentación del ganado a través de ordenadores, todo tipo de maquinaria que encontremos en nuestra agricultura como máquinas volteadoras de compost, etc. Y por supuesto se explicaría cómo el Big Data y la Inteligencia Artificial ayudan a la agricultura, convirtiendo al Museo en una interactiva aula del futuro, a parte de todo lo que los agentes de extensión agraria y especialistas en agricultura consideren de interés.

Si se encontrará la forma correcta, el Museo debería de contener explicaciones de cómo funcionan las bolsas de valores de los productos agrarios, para que se entiendan cómo se forman los precios de determinados productos agrícolas. Y una última cuestión, para mi trascendental: Lo  importante no es el continente si no el contenido, así como la promoción que se realice del espacio. No puedo olvidar el Museo de la Ciencia de Estocolmo, que lo ves por fuera, y te dices “esto es una piltrafa de edificio”, pero dentro es una maravilla, y los niños y las niñas disfrutaban muchísimo.  

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