Espacio de opinión de La Palma Ahora
Patrimonio natural
Días atrás me llamó la atención un comentario de Juan José Santos, publicado en este periódico digital, referido al nuevo modelo de paredes que se levantan en los márgenes de las carreteras en La Palma, citando como ejemplo las del norte de la Isla y Fuencaliente. El argumento cuestiona la actual fórmula constructiva utilizando piedra y hormigón, si se la compara con las antiguas, hechas de piedra seca que se conservan perfectamente un siglo después. No sacaré el manual de exigencias del amigo Juan José que le ha llevado a considerar la nueva obra como “tremendamente perjudicial para una isla que presume de ser Reserva de la Biosfera y de sus extraordinarios recursos medioambientales”. Y no lo haré, porque no llego a concebir el comportamiento de nuestros antepasados si hubiesen contado con la maquinaria y los materiales existentes en la actualidad, pero sí me preocupan los movimientos de tierra desproporcionados y el deterioro paisajístico que provocan. En ese sentido, creo que el juicio del comentarista es acertado, en tanto en cuanto invita al análisis reflexivo de los palmeros que, por lo general con muy buen gusto, cuidan los detalles y consideran que la necesaria modernización de las infraestructuras han de llevarse a cabo en base al crecimiento endógeno y equilibrado de las actividades productivas de la zona, y no ocasionando destrozos influenciados por unas prioridades turísticas inciertas, porque curiosamente uno de los factores que favorece la aparición del turismo en un lugar es su paisaje, y éste suele mostrarse especialmente frágil cuando el desarrollo es abusivo. No negamos que las comunicaciones son necesarias pero la construcción de vías sobredimensionadas en una isla como La Palma, equivale a hacer un uso “no sostenible” de nuestro recurso más preciado.
El paisaje es el principal valor turístico de nuestra Isla, enriquecido en muchas zonas por el progreso normal de las actividades agrícolas tradicionales, y ahí, sí debemos entender que nuestros antepasados jugaron un papel importante en la conservación del ecosistema. Por eso, cuando en La Palma, se empezó a hablar con cierta insistencia de turismo rural, pensamos que ese era un buen camino, pues para entrar en ese “circulo” resulta inevitable cuidar del factor medioambiental, por tratarse de un plus a la hora de conseguir un determinado rendimiento socioeconómico. Alabamos los pasos dados, en este sentido, por la asociación “La Palma Isla Bonita” con ese turismo cercano a nuestras casitas rurales que, sin estropear el medio, ha dejado beneficios a la población local. La arquitectura tradicional, esa forma de construir y rehabilitar nuestras casas de campo en medio del paisaje, resulta esencial. Pero todo lo bueno, nos lo copian. Las islas que presumían de turismo de sol y playa, empezaron a competir con la que sólo podía estar orgullosa de sus senderos y de los miradores naturales de sus montañas con una panorámica en cada recodo del camino; una isla satisfecha de sus huertas y de sus bosques y bienaventurada ante la soberbia altivez de pinos y laureles, con sus mil tonos de verde. Muchos extranjeros llegaron y se quedaron prendados de la Isla, subyugados por la naturaleza circundante y la limpieza de su cielo, otros han repetido cada año atraídos por el paisaje y la hospitalidad de nuestra gente.
Las instituciones de la Isla con el Patronato de Turismo al frente deben retomar con sensibilidad y sabiduría la idea del Ecoturismo o Turismo Rural, en La Palma. Me consta que en FITUR, la última Feria Internacional del sector, la presidenta del Cabildo, Guadalupe González, y el consejero del área, Julio Cabrera, dieron algunos pasos. Esperamos que la voluntad de ambos no caiga en saco roto, debido a los intereses que existen en otros destinos, no tan lejanos. En Canarias es importante la descentralización del Turismo, que su carga y sus ventajas sean compartidas en función del territorio. La “Transvulcania”, por ejemplo, ha sido fundamental en la percepción de los parajes naturales de la Isla y en su necesaria promoción externa. Dado su éxito, no han tardado en ofrecer pruebas similares en otros puntos del archipiélago. Claro que en nuestra Isla, más de mil kilómetros de senderos en buen estado dan para mucho y el sello de la Reserva de la Biosfera, también es un elemento a conservar y a potenciar como un exponente objetivo del medio natural, como un galardón que distingue a nuestro paisaje amable y tranquilo. Increíblemente tranquilo.