Políticos de nosotros mismos
Me dice una meiga gallega no carente de sentido del humor que criticamos las promesas, sobre todo las electorales de los políticos, pero que todos somos políticos de nosotros mismos y sobre todo al comienzo de un nuevo año nos prometemos cosas que luego no cumplimos o dejamos para el próximo lunes, como ir al gimnasio, por ejemplo, y añade con envidiable retranca que en el infierno hay una sala adoquinada con esas promesas que nos hacemos a nosotros mismos y luego ya se verá, que el tiempo es elástico y relativo y menudos ‘Einsteins’ estamos hecho y esa sala repito textualmente es casi tan grande como la destinada a las promesas electorales. Las meigas suelen tener razón, sobre todo en materia de fe y costumbres, como el Papa, y reconozco que cuando el susodicho año termina y no he atinado a conseguir los logros personales que me había prometido con tremendo swing y tal vez sobreexcitado por las exuberancia de las luces de Navidad, por la constante alegría de los villancicos en calles y supermercados y las bondades del turrón, y esas buenas intenciones conmigo mismo y los demás se van desinflando, entonces a la hora de resumir, que diría Silvio Rodríguez, llegan las excusas, bueno, es que las circunstancias no eran las adecuadas ni el contexto favorecía las hazañas físicas, morales e intelectuales que me había propuesto, en fin, ya sabemos que el libro universal de las excusas no sólo es elástico y relativo sino también infinito, es lo que hay.
0