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¿Se dejaban morir los ancianos benahoaritas?

Restos humanos en una cueva funeraria del barranco de Briestas, en Garafía. Foto: JORGE PAIS

La Palma Ahora

Santa Cruz de La Palma —

De las diferentes tradiciones relacionadas con la muerte entre los aborígenes palmeros, una que ha sido muy divulgada está relacionada con el deseo voluntario de los ancianos de dejarse morir llegada su hora, según sostienen los investigadores Jorge Pais y Antonio Tejera en su libro La religión de los benahoaritas. “La práctica del gerontocidio o el deseo de morir frente a un problema insuperable, aún subsiste en muchas comunidades primitivas y afecta fundamentalmente a los viejos, siendo considerada en estas sociedades como un medio para que el alma llegue en buen estado al más allá, donde es objeto de recompensa, sobre todo en el caso de los guerreros o sus viudas”, explican. 

Según J. Abreu Galindo esta práctica se conoció en La Palma, y la describe del siguiente modo: “En estando enfermo decía a sus parientes: ‘Vacaguare (quiérome morir)’. Luego le llenaban un vaso de leche y lo metían en una cueva, donde quería morir, y le hacían una cama de pellejos, donde se echaba; y le ponían a la cabecera el gánigo de la leche, y cerraban la entrada de la cueva, donde lo dejaban morir. Todos se enterraban en cuevas, y sobre pellejos, porque decían que la tierra ni cosa de ella no había de tocar el cuerpo muerto”. 

Pais y Tejera afirman que “no contamos con los datos suficientes para confirmar esta práctica, que acaso responde a algún otro concepto que no fue bien interpretado por J. Abreu Galindo. Con ello no rechazamos que no fuese conocida entre los benahoaritas, sino que los datos arqueológicos no permiten confirmar nada en este sentido, si bien es verdad que no son muchos los yacimientos funerarios en los que se han realizado excavaciones, pero de los conocidos se desprende que los cuerpos fueron colocados cuando ya la persona estaba muerta”. “Y en lo que respecta al tapiado de la boca de las cuevas, suele ser habitual en las cuevas funerarias más pequeñas, aunque algunas necrópolis de mayores dimensiones como las de La Cucaracha y la Cueva del Gofio, entre otras, carecían de esta protección”, concluyen.

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