Zouhier informó a la Guardia Civil en 2003 de que Toro vendía explosivos

Víctor

En la vigésimo segunda sesión del juicio por los atentados, el testigo relató que el 30 de enero de 2003 Zouhier comunicó a su controlador que conocía a unas personas en Asturias que podrían relacionarse con explosivos y que se trataba de un tal “Antonio, alias El Toro, y su cuñado”, que podría ser su socio ya que había trabajado en una mina de la que podría sacar los explosivos. Según la información que facilitó Zouhier, la cantidad de explosivo que le habían dicho que podían llegar a obtener era de hasta 150 kilos, tras lo que el agente, con un grupo operativo, se trasladó a Asturias, pero solo consiguieron identificar a Antonio Toro y no localizaron ni la mina ni a Emilio Suarez Trashorras.

Todos estos datos se incluyeron en una nota informativa, de la que Víctor no informó, “por olvidarse”, ni en su primera declaración judicial ni en la comisión de investigación sobre el 11-M, aunque un día antes de su comparecencia en sede parlamentaria, había llamado al comandante de Asturias, Francisco Javier Jambrina, a quién había advertido de que la nota no debía “filtrarse” a los medios de comunicación y negado haber ordenado destruir el documento.

Hechos que sí confirmó después en su segunda declaración ante el juez Juan del Olmo, quién le llamó a raíz de que Jambrina le informara de estos datos.

“Volar el Bernabéu”

Según Víctor, Zouhier dio a la Guardia Civil la primera pista sobre Jamal Almidan El Chino, seis días después de los atentados, cuando les informó de que le conocía por el tráfico de hachís y que podría haber tenido relación con los ataques terroristas porque era “muy extremista y radical, viajaba mucho al País Vasco y podía tener armas”. En esa misma conversación, Zouhier, que durante la declaración de este testigo permaneció sentado fuera del recinto blindado en los asientos para los acusados en libertad, contó que en una ocasión El Chino, uno de los suicidas de Leganés, le había preguntado cómo se podían conectar teléfonos móviles a explosivos, y describió las proximidades de su domicilio, aunque no conocía la dirección exacta.

Después de su detención, el 19 de marzo de 2004, Rafa Zouhier, también comentó que El Chino le dijo que, a raíz de la guerra de Irak “a España habría que darle un escarmiento” y que “le encantaría volar el Bernabéu”. El agente le había llamado el día siguiente a los atentados, el 12 de marzo, para preguntarle por otros asuntos, pero en ese momento Zouhier dijo no tener ninguna información sobre los ataques terroristas y quiénes podían haber participado.

Al parecer fue cuando vio las fotos de Jamal Almidan, El Chino en los periódicos, cuando Rafa Zouhier le relacionó a el y a uno de sus colaboradores, el acusado Rachid Aglif El Conejo, con los atentados. El agente explicó que conoció a Zouhier a través de Mario Gascón, otro confidente, cuando estaba preso en la cárcel de Villabona (Asturias) en noviembre de 2001, pero que no fue hasta 2002, ya en libertad, cuando empezó a colaborar con la Guardia Civil, facilitando información relacionada con tráfico de armas y estupefacientes, además de robos y atracos con fuerza a joyerías.

Cuando viajó a Asturias también se entrevistó con otro colaborador de la policía conocido como Nayo, quién les contó que había dos jóvenes vinculados con ETA, a quienes conoció en prisión, que habían organizado una operación para comprar explosivo a Antonio Toro, información que trasladaron a la Brigada de Asturias y que nunca llegó a la Unidad especializada en asuntos de terrorismo. El 20 de febrero de 2003, Rafa Zouhier volvió a llamar al agente para informarle de que tenía una muestra de explosivos que le habían facilitado Toro y su cuñado y entregó esa “pequeña cantidad de explosivo en un tarro de cristal transparente” a los agentes.

Un especialista en desactivación de explosivos, tras analizar la muestra visualmente, llegó a la conclusión que era de “muy mala calidad, muy antiguo” y dijo que, por el color y características, se trataba de Goma 2. El testigo aseguró que Zouhier nunca les informó de que “los asturianos” le hubieran entregado algún detonador -que según el fiscal le explotó al manipularlo- y recordó que cuando le visitaron en el hospital, donde estaba ingresado tras haber sido apuñalado, observaron que tenía quemaduras en una mano, y que según el acusado se debían a un “accidente doméstico”.

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