Fallece Carmelo Vega, el alcalde más popular, querido y odiado de Santa Brígida

Carmelo Vega, exalcalde de Santa Brígida

Cristóbal D. Peñate

Santa Brígida —

Sin lugar a dudas Carmelo Vega Santana ha sido el alcalde más popular de Santa Brígida, no solo porque fue el que más años estuvo en el cargo en la etapa democrática o porque parte de ella integró el partido que fundó, Independientes de Sataute (Isa), en el PP, sino porque fue el rector más populista de la Villa, el que más filias y fobias concitó entre los satauteños desde la transición. Este domingo falleció en el hospital Negrín después de una larga enfermedad, tras superar hace unos años un trasplante de hígado.

De 71 años (nació en Las Goteras el 6 de octubre de 1944), fue alcalde de Santa Brígida en dos etapas diferentes: desde 1983 a 1991, tras sustituir al socialista García Viera, y de 1999 a 2005, cuando fue víctima de una moción de censura en el que también participaron sus propios concejales tras una orden de José Manuel Soria, con el que se había aliado y luego rompió abruptamente.

Carmelo nació en una humilde familia de agricultores de La Atalaya. Sus padres Pedro y Felisa, dos modestos campesinos, apenas pudieron sacarlo adelante, por lo que tuvo que empezar a trabajar desde niño. Prácticamente ni pasó por la escuela, por lo que empezó a currar antes de saber leer y las cuatro reglas. Pero este hombre hecho a sí mismo pronto aprendió la lección de la vida ya que de la nada, empezando de muy abajo, llegó a crear un emporio empresarial en el mundo de la hostelería con varios restaurantes y servicio de catering para los colegios.

Vega Santana nunca presumió de haber sido un niño bien porque nunca lo fue, pero tampoco lo hizo cuando alcanzó el éxito empresarial y político. Cuando empezó de freganchín en los restaurantes de Agustín Artiles, su mentor y maestro también fallecido, recuerda que llamaba tronpical a la cerveza Tropical porque no sabía pronunciar el nombre. No es que se jactara de su ignorancia y poca formación, pero tampoco lo rehuía ni se sentía avergonzado por su pasado humilde. Era un hombre sin complejos y por eso llegó tan alto. Tiene un hijo sordomudo y una hija que se casó con un empresario turco y se fue a vivir a aquel país.

La vida de Carmelo Vega ha sido como el viaje de una montaña rusa: empezó de muy de abajo, casi desde el subsuelo, llegó hasta la cima del éxito y en su última etapa volvió a descender a los infiernos en todas las facetas de la vida: la política, de la que fue expulsado por sus propios correligionarios; la empresarial, en la que se arruinó; en la judicial, donde tuvo que hacer frente a varios pleitos, y la personal, en la que luchó denodadamente por sus problemas de salud, especialmente con el hígado, del que fue trasplantado hace unos años en un hospital tinerfeño. Carmelo Vega era abstemio y frugal en las comidas, a pesar de ser un empresario hostelero rodeado de buenas viandas y bebidas.

Digan lo que digan las malas lenguas, Vega perdió dinero metiéndose en política porque no solo descuidó sus negocios en esa etapa sino que incluso tuvo que poner dinero de su bolsillo para pagar las facturas del ayuntamiento, según él mismo llegó a confesar. Eran célebres sus campañas electorales en las que sufragaba masivos asaderos, paelladas e incluso llegó a usar un helicóptero para causar un efecto de película norteamericana.

Era un católico confeso que no guardaba rencor a sus adversarios y enemigos, incluso después de mantener duros y altisonantes enfrentamientos. Presumía de tener siempre a todos en sus oraciones, incluso a aquellos que lo sacaban de quicio. Aunque pisaba firme la tierra, era de los que siempre miraba al cielo y guardaba con fe sus crucifijos. Tenía una frase recurrente (“interpreta mi silencio”) que no era exactamente mística o religiosa, aunque lo pareciese.

A pesar de todo, fue un alcalde polémico, posiblemente en contra de su voluntad, pero su carácter fuerte le hizo ganarse unos cuantos enemigos. Algunos lo acusaron de ejercer la alcaldía de manera despótica, aunque tenía el favor de buena parte de los vecinos, como demostró su amplio respaldo en varias citas electorales.

Empezó en la hostelería con Agustín Artiles, en aquel entonces dueño de Las Grutas de Artiles. Carmelo fue cocinero antes que fraile: freganchín, pinche y camarero hasta que se hizo con el emblemático restaurante Bentayga, en el Monte Lentiscal, que regentó más de veinte años. Luego logró la gestión del restaurante de la Institución Ferial de Canarias, que se convirtió en un referente para bodas, bautizos y comidas de empresas. El famoso restaurante de la Feria en aquella época. Más adelante montó un catering de comidas a domicilio y finalmente el hotel Monte Verde, que terminó funcionando sólo como restaurante y que ahora está cerrado.

Abandonó la política activa en 2005 después de que el Tribunal Supremo confirmara la condena a nueve años de inhabilitación por prevaricación administrativa. Una vecina lo denunció por derribar el parterre de su casa y por ello fue condenado junto al concejal de Urbanismo de entonces, Luis Troya. Fue disputado por varios partidos políticos y él se dejó querer por algunos. Solo llegó a un acuerdo con el PP de Soria, con el que al final acabó mal porque dos gallos no conviven bien en un mismo corral.

En honor a la verdad el partido local que lideraba, Isa, se integró en el PP cuando José Miguel Bravo de Laguna lo presidía en los años 90 antes de que Soria lo estropease todo. Por eso el hijo de José Miguel, Lucas Bravo de Laguna, empezó su vida política como concejal en la Villa. Vega confesó que el padre de Lucas solo le pidió un favor cuando llegaron al acuerdo político: que pusiera a su hijo en un puesto de salida. Carmelo no sabía en aquel momento que aquel joven de 23 años iba a traicionarlo y se haría con la alcaldía de Santa Brígida con el PP tras conspirar contra él.

Carmelo Vega se presentó por primera vez a unas elecciones locales en 1979, las primeras tras la dictadura, con Isa. En 1983 alcanzó la alcaldía. En los siguientes comicios logró la mayoría absoluta con diez ediles. En 1991 volvió a ser el más votado, con ocho concejales, pero le faltó uno para la mayoría absoluta y otros cuatro partidos firmaron un pacto que lo llevó a la oposición. En las siguientes tres elecciones volvió a ganar consecutivamente, aunque sin mayoría absoluta, lo que hizo que el municipio fuera ingobernable en algunas etapas.

La candidatura de Vega Santana ganó siempre que se presentó encabezándola, lo que dice mucho de su carisma en el pueblo. Incluso cuando estuvo en la oposición, su candidatura fue la más respaldada. El destino ha hecho que el alcalde más popular de Santa Brígida en la democracia sea incinerado este lunes, día de San Antonio de Padua, el patrón de la Villa de Santa Brígida. Será un día atípico y agridulce, donde la alegría y la tristeza convivirán una vez más en la villa satauteña.

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