Viaje al interior de Caldera Blanca

M.J. Tabar

Arrecife —

En el Parque Natural de los Volcanes se extiende uno de los edificios hidromagmáticos “más espectaculares y mejores conservados” del mundo, dice el geólogo Jesús Martínez Frías. Es Caldera Blanca, el cráter de mayor diámetro de Lanzarote.

El mar de lava que sitió Caldereta y Caldera Blanca en 1730 ofrece a simple vista dos texturas muy distintas: una piedra “fresca” que sigue conservando sus propiedades originales (tal y como era antes de la erupción de Timanfaya), y la retorcida escoria, un espectáculo churrigueresco de roca meteorizada, oxidada y alterada hasta formar crestas y morfologías retorcidas.

El punto de contacto de este malpaís negro y los impertérritos islotes (blancos-amarillentos) se hace todavía más evidente con las últimas lluvias. La hierba de un verde fluorescente (que parece más propia de pastizales asturianos pero que es un regalo de esta tierra arcillosa y volcánica) marca la frontera donde la lava cambió de rumbo en el siglo XVIII, viéndose obligada a rodear las antiguas moles de Caldereta y Caldera Blanca para seguir avanzando lentamente hacia el mar.

Jesús Martínez Frías, geólogo del Instituto de Geociencias (IGEO) y uno de los científicos españoles que trabaja en la misión a Marte Nasa Mars 2020, ha hecho esta ruta trece veces y no deja de sorprenderse. La de hoy está organizada por Geoparque Lanzarote y pensada para que un grupo de 20 personas aprenda a detectar las huellas que dejó el agua (en estado gasesoso o líquido) en estas rocas. Algo muy parecido pero a otra escala hicieron en este mismo territorio los astronautas Pedro Duque, Luca Parmitano y Matthias Maurer, que hace un mes recorrían la isla como campo de prácticas marcianas. La Agencia Espacial Europea eligió Lanzarote como escenario análogo a Marte y área de entrenamiento.

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