Crónica de una lucha: los tres meses en los que la salud pública contuvo al virus

Personal del Hospital Materno-Infantil de Las Palmas de Gran Canaria

Saro Prieto / EFE

Santa Cruz de Tenerife —

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Canarias entra este lunes en la fase 3 de la desescalada después de casi tres meses en los que una pandemia, además de cobrarse en las Islas la vida de 161 personas, ha puesto en primera línea a unos servicios de salud pública que salen fortalecidos, pero también expectantes y preparados por si a la COVID-19 se le ocurre volver.

En Canarias todo empezó un 31 de enero en La Gomera cuando se detectó el primer caso en un turista alemán. Un mes más tarde, fue un hotel en cuarentena en el sur de Tenerife por el contagio de unos turistas italianos y, después, la vida cambió para todos con la propagación de la enfermedad, el estado de alarma y el confinamiento.

El jefe del Servicio de Epidemiología del Servicio Canario de la Salud, Domingo Núñez, no duda al afirmar que la primera prueba de esta pandemia fue el caso del ciudadano alemán que había viajado a La Gomera y que se convirtió en el primer positivo de covid-19 detectado en España.

Núñez, que destaca la atención mediática que levantó este caso, considera que se gestionó bien ya que no hubo contagios secundarios y se hizo más de lo estrictamente necesario para controlar una enfermedad que todavía hoy presenta más incertidumbres que certezas.

“Con este caso aprendimos mucho”, señala Núñez, que considera que la prueba de fuego llegó un mes después con la detección de varios casos procedentes de Italia en un hotel del sur de Tenerife, al que se tuvo que poner en cuarentena con casi mil personas en su interior, entre clientes y trabajadores.

“El tiempo nos dio la razón de que poner en cuarentena al establecimiento fue la decisión adecuada”, asegura Núñez, que valora el despliegue realizado por el área de salud de Tenerife y el trabajo realizado por el Servicio de Urgencias Canario.

Núñez afirma que, una vez superada esta fase, se entró en lo que denomina “el tsunami” de casos en el que los servicios de salud pública se vieron desbordados y fue preciso ampliar sus recursos para poder abordar los distintos frentes de la pandemia.

Para ello ha sido necesario incorporar a este servicio médicos residentes en la especialidad de medicina preventiva y a especialistas que se encontraban en otras áreas y sumar todos los recursos posibles.

“Para nosotros y para todas las comunidades autónomas solo llevar la contabilidad de los casos, su calificación, las altas, las hospitalizaciones, los ingresos en UCI o los fallecimientos, ha sido un esfuerzo ímprobo, que se ha podido realizar gracias al esfuerzo del personal”, afirma el epidemiólogo.

Agrega que ha habido momentos de “auténtica locura”, valora la dotación de los medios de detección en todos los hospitales públicos de Canarias y destaca el laboratorio de Microbiología del Hospital de La Candelaria, que es donde más pruebas se han realizado.

En cuento a las medidas preventivas, resalta que el primer frente lo supuso la falta de medios de protección para los sanitarios y el segundo la necesidad de proteger los centros de mayores, donde la afección en Canarias ha sido mucho menor que en el resto de la España.

En su opinión, el antes y el después de esta pandemia vino con la declaración de la alarma sanitaria y el confinamiento de la población para romper la cadena de transmisión del virus y ahora en Canarias, afirma, “estamos regresando a la normalidad” con tres o cuatro casos al día que se detectan especialmente en personas asintomáticas y que en su mayoría son casos resueltos.

“Hemos vuelto al principio de la pandemia” añade Núñez, que insiste en que la población debe ser consciente de que hay pequeños focos donde vive el virus y “que, si queremos rematarlo del todo para recuperar la normalidad, hay que cumplir con las normas de la nueva normalidad”.

“Ahora tenemos mucha información, experiencia, recursos y estamos mejor preparados para una posible segunda onda epidmémica”, asegura.

La huella que deja el virus en un hospital

El Hospital de La Candelaria, en Tenerife, ha sido el que mayor presión asistencial ha tenido de casos covid-19 en Canarias. Se trata del centro de referencia de enfermedades infecciosas y fue el encargado de prestar asistencia al Hospital de La Gomera en el primer caso en España, de participar en el hospital de campaña que se organizó en el hotel H10, de testar a los huéspedes y trabajadores y de tratar a los primeros enfermos.

Su gerente, Natacha Sujanani, afirma a Efe que ese despliegue supuso un primer desgaste, pero también la puesta en marcha de un plan de contingencia para preparar lo que estaba por venir: el 30 de marzo ya había en el La Candelaria 137 personas ingresadas por covid.

La Candelaria ha funcionado como “un Michael Schumacher en el motor de un 600”, afirma Sujanani, en referencia en que, a pesar de la antigüedad del hospital, se ha trabajado como un centro de primer nivel, al que se le dio la vuelta y se cambiaron métodos de trabajo y espacios para ajustarse a la pandemia.

Afirma que los días finales del mes de marzo y principios de abril “fueron muy duros” con momentos de tristeza, miedo y angustia. “Cada fallecimiento lo veíamos como un fracaso y cada alta como una victoria”.

La llegada de material y de medidas de protección y de detección se vive como un alivio y la curva de la pandemia comienza a remitir hasta la llegada de la desescalada, que, al contrario que mucha parte de la población, los profesionales sanitarios más que con alegría la ven con expectación, “porque lo hemos pasado muy mal”

“El sufrimiento ha dejado una huella que se nos nota. Ahora estamos sacando lo que hemos vivido”, afirma la gerente de este hospital público, que pide que nadie olvide el esfuerzo de los sanitarios “a los que hay que cuidar porque tenemos las cicatrices recientes”. “Hemos salido reforzados en capital humano y en conocimiento. El proceso de aprendizaje ha sido incalculable”, agrega al tiempo que señala que será el mismo personal “el que nos saque de la próxima”

Sujanani destaca además del sentimiento de solidaridad entre las gerencias de Canarias, el trabajo ingente del Servicio Canario de la Salud para conseguir material y el hecho de que el Laboratorio de Microbiología de La Candelaria se haya convertido en una referencia nacional.

La clave: un buen confinamiento

Lluis Serra, portavoz del comité científico que ha asesorado al Gobierno de Canarias, afirma, en declaraciones a Efe, que parece que en lugar de tres meses hayan transcurrido diez años desde el comienzo de la pandemia, porque en este tiempo “han pasado muchas cosas y los días han sido muy intensos”.

“Aunque ahora parezca que todo ha pasado muy rápido, los días han sido lentos con muchas cosas que hacer y a veces desbordados”, afirma este catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de La Palmas de Gran Canaria.

Considera que la población canaria ha llevado en general muy bien el confinamiento, especialmente porque había mucho miedo. “Había terror de los padres por los hijos, de los hijos por los padres. Tenían miedo los políticos, los profesores. Todo el mundo tenía miedo, pero este había que vencerlo, porque de forma excesiva es irracional y paraliza”.

Este experto, que fue de los primeros en requerir el cierre de puertos y aeropuertos, afirma que ese sacrificio era necesario, porque está constatado que los casos en las islas eran importados, tanto por la llegada hasta el último momento de turistas como por los estudiantes y las personas que regresaron a las islas una vez decretada la suspensión de las clases y después el estado de alarma.

La falta de protección y los diferentes síntomas que con el tiempo fueron apareciendo en el diagnóstico de la enfermedad, que al principio se limitaba a síntomas respiratorios, fueron factores que facilitaron la expansión de la enfermedad.

La gran suerte, agrega Serra, es que el virus no entró con virulencia en las residencias de mayores y atribuye este hecho, entre otras causas, “al factor innato” de protección de los ancianos y a que en Canarias hay 8.000 plazas residenciales cuando por población le correspondería 20.000. Serra agrega que en las islas se actuó de forma ágil y se consiguió cerrar antes que nadie cuando aún no había fallecidos.

“La onda de la primera ola ya ha pasado”, asevera el catedrático de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, que afirma que es difícil determinar cómo será, si la hay, una segunda. Indica que de esta pandemia se pueden aprender muchas lecciones y la primera de ellas es que el sistema sanitario y de salud pública debe estar fortalecido y nunca se debe dejar de invertir en él.

También requiere que se potencie el papel de la Atención Primaria, porque es el escalón sanitario que mejor conoce a los pacientes y a su entorno y en tercer lugar alude a la protección de las personas más vulnerables con una mejora del sistema sociosanitario.

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