A la espera del grado de discapacidad mientras trabaja con un trastorno obsesivo por sufrir abusos sexuales de niña

Imagen de archivo de una manifestación contra el machismo.

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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T. C., que prefiere mantenerse en el anonimato, sufrió abusos sexuales cuando era una niña. Desde que tiene cinco años este trauma le persigue en forma de un Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) “con pensamientos intrusivos, recurrentes e incapacitantes” que obstaculizan su rutina. Ahora tiene 32 años y la ansiedad severa, unida a la depresión grave que padece, le impide mantenerse en empleos de larga duración o matricularse en una carrera universitaria. T. C. ha trabajado como promotora, azafata de imagen y voluntaria en hospitales dando apoyo emocional a menores con cáncer u otras enfermedades. Sin embargo, el TOC la obligaba a realizar, aunque no quiera, “rituales” que entorpecen su labor. “Debo ducharme constantemente, lavarme las manos cada poco tiempo, por lo que muchas veces la piel se me rasga y sangra, veo peligros constantemente y me distraen, me hacen temerosa, sobreprotectora y me paralizan”, detalla.

En la actualidad está desempleada. El 2 de enero de 2018 solicitó el reconocimiento del grado de discapacidad en la Consejería de Empleo, Políticas Sociales y Vivienda que le permita acceder a empleos adaptados. Un año y nueve meses más tarde, el Tribunal Médico aún no ha resuelto su caso. Este periódico ha intentado saber a qué se debe esta demora y cuántas personas de Canarias están a la espera de que se resuelva su incapacidad o el reconocimiento de su grado de discapacidad. Sin embargo, no ha sido posible obtener respuestas por parte de la Consejería de Empleo del Ejecutivo regional, instancia ante la que C. presentó la solicitud. 

Ella nunca pensó que tener TOC pudiera ser motivo de discapacidad e incluso de incapacidad, pero tanto su doctora de cabecera como la psicóloga le alentaron a presentar la petición. “Es muy difícil comprender algo que no sabes que existe y menos que tú lo tienes. Las pocas veces que la gente habla de este tipo de trastorno lo toma como algo divertido o curioso. Incluso me mencionan películas que lo muestran como algo cómico y no como lo que representa para la persona que lo sufre: angustia, miedo, impotencia y dolor”. El desconocimiento hizo que se sintiera “egoísta”, porque “hay gente que está mucho peor, sobre todo físicamente”. Por el contrario, aunque C. aún no dispone de la resolución, el Servicio de Valoración que exploró su caso no tuvo “ninguna duda” al ver sus informes médicos, tal y como recuerda la tinerfeña.

Trabajar con un trastorno mental

Trabajar con un trastorno mentalEmpleo “no me dio explicación por la tardanza, pero ya me había advertido la asistenta social del centro de salud que me facilitó la solicitud que a veces tardaban hasta dos años en llamar”, señala ella. Mientras tanto, le resulta imposible mantener un trabajo de larga duración. Ha conseguido acabar el Bachillerato, y este mes se ha incorporado a un ciclo superior de Educación Infantil. “La Universidad es impensable. Es imposible comprometerme a sacar tantas asignaturas y cumplir las expectativas para conseguir una beca, porque tampoco he podido cobrar nunca ninguna ayuda para paliar mis dificultades”, explica. 

Según datos del Instituto Nacional de Estadística, la tasa de empleabilidad en las personas con trastorno mental fue del 31,1% en 2018. La más baja en el ámbito de empleo de personas con discapacidad. La mayor tasa es la de quienes padecen discapacidad auditiva (58,1%). “Yo nunca conté lo que tenía, pero cuando trabajé como voluntaria en el hospital empezaron a darse cuenta”, señala. Además, fue en 2017 cuando las ideas autolíticas la invadieron. En el caso de T., no ha tenido dificultades para acceder al mercado laboral, pero sí para mantenerse. “En un momento dado, sentí necesidad real de quitarme la vida. Me asusté tanto que acudí a mi doctora en busca de ayuda. 

El estigma que tradicionalmente ha existido sobre las personas con algún tipo de trastorno mental, la escasa normalización que ha recibido el acompañamiento psicológico y el pánico de T. a admitir que había sufrido abusos sexuales durante la infancia fueron las grandes causas de su silencio. Actualmente, acude a un Grupo de Ayuda Mutua para superar los abusos sexuales infantiles. También asiste a terapia psicológica con frecuencia y en terapia psicocognitiva conductual, acompañadas por medicamentos para la depresión, la ansiedad y el TOC. “Me han acompañado toda mi vida, ahora que me he atrevido a contarlo, pedir ayuda me supone una dolorosa situación porque he de ahondar y profundizar en todo lo pasado para atravesar esos muros. Aún así, ojalá hubiera podido pedir ayuda antes”, concluye.

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