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Fatiga pandémica y Semana Santa, el cóctel que explica el empeoramiento de la curva de contagios en Tenerife y Gran Canaria

Las mascarillas, las restricciones, los toques de queda, cierres perimetrales podrían estar desmotivando a los canarios para seguir las recomendaciones de protección y prevención contra la COVID-1

Canarias Ahora

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Tenerife y Gran Canaria cumplen este jueves un mes con duras restricciones para frenar los contagios de COVID-19. Sin embargo, todos los esfuerzos siguen sin dar sus frutos: las islas capitalinas registran una incidencia acumulada (IA) a 14 días de más de 140 casos por cada 100.000 habitantes y la tendencia se dibuja al alza. Estos datos nada optimistas han llegado a crear en la población isleña una sensación de “fatiga pandémica”, es decir, una “desmotivación para seguir las recomendaciones de protección y prevención que aumenta con el tiempo”, tal y como la define la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Una “fatiga” que se ha acentuado aún más con la Semana Santa y que se ha convertido en uno de los factores que dificultan la bajada de los positivos y el dominio de la curva de contagios. Así lo confirma el presidente de la Asociación Española de Vacunología y Jefe de la Sección de Epidemiología y Prevención de la Dirección General de Salud Pública, Amós García. “Que no hayamos podido bajar los contagios se debe a múltiples factores, todo influye, y la fatiga pandémica es una de las causas más relevantes. Tras más de un año de restricciones, la ciudadanía podría estar bajando la guardia, cansados de no poder hacer su vida normal y de este drama que vivimos a diario”, concluye para este periódico. Tampoco se olvida de la vacunación que “no va tan rápido como nos gustaría” y, por ende, está produciendo hartazgo en la población.

A la fatiga pandémica, García suma periodos vacacionales como la Semana Santa, los comportamientos insolidarios y una falsa sensación de seguridad entre familiares y amigos. “No cabe duda de que si bajamos la guardia, se incrementan los contagios”, agrega.

Fue el pasado 15 de marzo cuando Tenerife, Gran Canaria y Fuerteventura entraban de lleno en un nivel de alerta 2 reforzado, con medidas restrictivas a medio camino entre el nivel 2 y el nivel 3. En el caso de la isla del Teide, en este periodo se logró rebajar los contagios, pasando de una IA a siete días de 76,8 casos por cada 100.000 habitantes a 55,8 el 3 de abril. Desde entonces, la subida de casos se ha disparado hasta los 83,4 positivos por cada 100.000 personas en siete días, a pesar de que el Consejo de Gobierno endureciera el 22 de marzo aún más las restricciones pasando a nivel 3 .

Gran Canaria, a diferencia de Tenerife, dibuja su curva en ascenso constante desde el pasado 20 de febrero, cuando la isla parecía estarse recuperando de su tercera ola de contagios, con una IA a siete días de 47,7.El ascenso ha sido paulatino, pero este martes, la isla redonda alcanzó los 83,35 casos por cada 100.000 habitantes en una semana.

¿Por qué está costando tanto frenar ahora los contagios?

La respuesta a esta pregunta es múltiple y en ella no se puede descartar el ánimo de los ciudadanos, que después de pasar más de un año con toques de queda, distanciamiento social, mascarillas y variadas restricciones, se encuentran desmotivados para seguir las recomendaciones establecidas, incluso perdidos ante los cambios semanales en las islas tras el Consejo de Gobierno.

Para la OMS, este bajo estado de ánimo es normal en toda crisis, sobre todo si esta se alarga y prolonga en el tiempo. “Hemos pasado del miedo y la resignación que había durante la primavera, en los inicios de la pandemia, a la fatiga y cierto descuido por las medidas impuestas. Intentar cumplir con cualquier acción que no sea habitual es siempre un desafío. Asimismo, la incertidumbre acumulada día a día genera cansancio, pena, frustración o desánimo y, lo que es peor, desconfianza hacia lo que proponen las autoridades”, apunta la organización. 

Tal y como explicó la psicóloga May Bernal a este periódico en diciembre, cuando Tenerife registraba sus peores datos de contagios, “existe la sensación de que todo esfuerzo es inútil, de que por mucho que modifiquemos y cumplamos las normas no derrotamos al enemigo”.

El antropólogo de la Universidad de La Laguna (ULL) José Antonio Batista expuso entonces que las razones sociológicas que explican por qué el virus se expande en las islas son “poliédricas”, y por este motivo es difícil trazar una razón “unicausal”.  Batista sentenció que “no se pueden justificar comportamientos incívicos por la fatiga pandémica”, al tiempo en que entendía que “la gente pueda estar cansada de las incertidumbres diarias” ante el descontrol del virus o las nuevas restricciones. 

En esta misma línea se situaba José Luis Arocha, especialista en medicina familiar y máster en salud pública, quien denunció ya en diciembre que ha habido una falta de precisión en la ejecución de las medidas y un proceso educativo en el que no se ha informado bien a la ciudadanía. 

Un reto crucial: mantener o endurecer las restricciones

Lo cierto es que el Consejo de Gobierno que se celebrará este jueves tendrá por delante un reto crucial: decidir si las islas capitalinas mantienen o endurecen sus restricciones ante la dificultad a la hora de dominar su curva de contagios y ante el aumento de casos de COVID-19 en las últimas semanas, a pesar de cumplir un mes con medidas muy restrictivas.

Pese a todo, los indicadores epidemiológicos de las islas capitalinas no están para endurecer aún más sus restricciones. Tenerife, por ejemplo, solo presenta su incidencia acumulada a siete días (82,49 casos por cada 100.000 habitantes) en riesgo alto, igual que su porcentaje de ocupación UCI: 19,53%.

Gran Canaria se encuentra bastante peor, con la mitad de sus indicadores en riesgo alto: la IA a 14 días (153,24), en ese mismo periodo en mayores de 65 años (119,18), la IA a siete días en mayores de 65 (57,12) y la ocupación UCI (22,22%).

Así las cosas, ninguna de las islas del Archipiélago presenta datos para elevar sus restricciones al nivel de alerta 4, el más duro. Para ello, tendrían que presentar dos indicadores del bloque epidemiológico en riesgo muy alto (incidencias, positividad y trazabilidad) y al menos uno en el bloque asistencial.

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