Hachís y alcohol a disposición de menores en Vargas

“Nunca nos dijeron nada, pero podíamos coger lo que quisiéramos”. El testimonio de una de las presuntas víctimas de la secta del kárate no es el único que, aparte de los innumerables abusos sexuales relatados, confirma el uso por parte de menores de hachís y alcohol en las concentraciones sexuales en el chalet de Playa de Vargas, propiedad del principal imputado en este caso de corrupción de menores continuada, Fernando Torres.

Las declaraciones de las víctimas ante el juez Miguel Ángel Parramón inciden no sólo en sus casos particulares y experiencias traumáticas en cuanto a los abusos sexuales -y violaciones en alguno de los casos- sufridas durante su paso por la escuela de kárate, tanto el magistrado como el fiscal casi siempre preguntaron sobre el hecho de que en chalet de Playa de Vargas, donde se realizaban los abusos sexuales con total impunidad y hasta normalidad, los monitores de la escuela incitaran a sus alumnos a beber alcohol y fumar hachís.

De las respuestas de casi todos ellos se deduce que las drogas estaban a disposición de los menores en la casa de Fernando Torres Baena y su pareja sentimental, María José González Peña. Algunas víctimas aseguran haber sido invitados o incitados a “fumarse un porro” con los monitores. Otras, por contra, descartan que fueran directamente incitados por sus profesores, pero manifiestan claramente que “el hachís y el alcohol estaba ahí, a la vista de todos, para quien quisiera”.

En el momento de su detención, la madrugada del 3 de febrero en su vivienda de Playa de Vargas, la Policía Nacional requisó, entre otras cosas, diferentes cantidades de hachís y papel de fumar. En su declaración ante el juez Parramón, el principal imputado del caso aseguró que el papel era para fumar tabaco de liar y que las piezas de hachís halladas en su vivienda las “debió dejar alguien ahí”, en referencia a algún invitado a su casa. De todos modos, aseguró “eso es para uso privado”.

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