Ley de pureza con agua de Agüimes
En el principio era el pan. E inmediatamente, la cerveza. Pan y cerveza, harina del mismo costal. Trigo, cebada, espelta, cualquier cereal alimentaba estómago y espíritu. Hace 10.000 años la Humanidad domesticó los cereales en Mesopotamia. Y entre el pan y la cerveza sólo difería la cantidad de agua. Harina con poca agua se convertía en pan si fermentaba. Si se añadía más agua, se obtenía una bebida llamada con posterioridad cerevisia - de Ceres, diosa de la tierra y los cereales- en latín. No en vano, en Chequia, a la cerveza también se la conoce como “pan líquido”.
A lo largo de miles de años la cerveza ha estado íntimamente ligada a la dieta del ser humano. En la Antigüedad se implantó con fuerza al norte de los Pirineos y los Alpes, dejando la costa mediterránea como área de influencia vinícola. Brebaje alcohólico de dispar elaboración durante siglos, sin control ni criterio en sus contenido, se considera el primer alimento regulado por una ley. El Día de San Jorge de 1516, Guillermo IV de Baviera decretó la Ley de pureza -Reinheitsgebot en alemán-. La cerveza, para ser considerada como tal, debía elaborarse a partir de tres ingredientes: agua, malta de cebada y lúpulo.
La Ley de pureza determina una garantía de calidad de la bebida más popular del mundo, sin aditivos químicos añadidos, como suelen tener la mayoría de cervezas españolas. Y en Gran Canaria, desde hace cinco años, se elabora cumpliendo las instrucciones reales de 1516 en la fábrica de cerveza -Brauerei- establecida en el Polígono de Arinaga por el maestro cervecero bávaro Martin Klein, que produce las marcas canarias Palma y Viva.
De Arinaga salen a diario miles de litros de cerveza pura con un toque de calidad autóctono. La materia prima se importa de Baviera, pero el agua, vital para elaborar la cerveza, es de Agüimes. El maestro cervecero Klein lo explica así: “La malta de cebada o de trigo y el lúpulo lo traemos de Holledau [Baviera], porque necesitan ser cultivados en zonas de mucha humedad, de lluvia y poco sol, pero el agua es de aquí, de red, es un agua muy buena, con muy poca sal”. El toque canario para beber según la Ley una jarra de Palma o de Viva.
En Arinaga, Martin Klein aplica los métodos más avanzados de fabricación, al haber instalado en todo el proceso de elaboración de la cerveza una maquinaria sofisticada de intercambiador de temperaturas, con el consiguiente ahorro energético de hasta un 50%. Su próximo objetivo es conseguir la autorización para instalar paneles solares en el tejado de la nave cervecera, y así abanderar también las iniciativas de energías limpias tan en boga en la Mancomunidad de municipios del Sureste de Gran Canaria.
La cerveza regulada por la norma real de 1516 tiene una característica especial muy apreciada en el Norte de Europa y lógicamente en el mercado del Sur de Gran Canaria: no está tan gasificada como el resto de birras elaboradas con aditivos químicos para su conservación. “No hincha tanto como otras”, explican en la taberna -Stube- que tiene Klein instalada en un altillo de su nave industrial de Arinaga. Cervezas tipo Lager o Pils de producción propia con agua de Agüimes, o la peculiar Weissbier -cerveza de trigo- de Baviera cuentan ya con su particular denominación de origen en cuanto al H2O del Sureste.
Una empresa familiar con amplia experiencia
Klein es un maestro cervecero -disciplina de estudios superiores en el sistema universitario alemán- que ha recorrido el mundo trabajando para grandes marcas germanas. Hace diez años se instaló en Gran Canaria y conoció la existencia de una fábrica de cerveza en desuso en un centro comercial de Playa del Inglés.
Este bávaro nacido en Freising recuperó el proyecto, y a través del organismo estatal SEPES, pudo abrir la nave industrial en Arinaga para montar una pequeña empresa familiar que da trabajo a siete empleados y produce la cerveza Palma para la sociedad Rainer Mauritz SL, pionera en la importación del productos alemanes en Gran Canaria desde 1971.
El mercado al que se dirige esta singular cervecera pura de Arinaga se centra en la temporada alta del Sur de la Isla, cuando en invierno la presencia de alemanes es mayoritaria de San Agustín a Puerto de Mogán, aunque empieza también a introducirse en establecimientos de Las Palmas de Gran Canaria, como una novedad para el gusto canario.