Mujer en llamas

Mujer en llamas.

Leandro Betancor Fajardo

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Anoche entró una mujer en llamas en mi salón. Yo estaba tranquilamente tomando mi cena en una bandeja frente a la televisión viendo Strómboli, de Rosellini, cuando abrió la puerta de mi casa con su propia llave y se plantó frente a mí, toda ella fuego vivo. 

Caminó en silencio, se sentó y clavó sus codos en la mesa del comedor y sobre ellos descansó la cabeza. A través de ese fuego que la envolvía pude ver que mantenía la piel y los ropajes intactos. Era como si el fuego más que agredirle la protegiera, una suerte de caparazón que la vistiera y abrigara. 

Desde la mesa me miraba con cierta condescendencia y cariño al mismo tiempo. Sentí que, lejos de ser una intrusa, era alguien familiar y traté, durante aquellos seis minutos de silencio y escrutinio, de adivinar quién era y por qué había venido a mi casa el día de la primera nieve de invierno. 

De repente caí. Era ella. La mismísima Ingrid Bergman. ¡En mi salón! 

Cerró los ojos al tiempo que yo los abría…

…Son tan largas las pausas publicitarias que dan para otra película.

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