La Policía pide a la juez un análisis del cabello del hijo de la enfermera envenenada
Los investigadores policiales que tratan de aclarar la muerte por envenenamiento de la enfermera Laura G., fallecida en el Hospital Insular de Gran Canaria el pasado 11 de julio, han pedido a la juez que instruye la causa que ordene analizar el cabello del hijo que la víctima tuvo con su marido, Iván R., sospechoso de haberle dado muerte por envenenamiento.
La Policía teme que el menor pueda haber recibido algún tipo de toxicidad por contacto al haber sido su padre quien se ocupó de él durante las últimas semanas previas al fallecimiento de la madre por envenenamiento.
El menor se encuentra en estos momentos con los padres del presunto parricida, con los que estaba en el momento de morir su madre. La familia de ésta ha reclamado a la juez la custodia del niño, de unos 24 meses.
La juez que instruye la causa, Virginia Peña, titular de Instrucción 7 y Violencia de Género en los juzgados de Telde, ha ordenado el precinto de las taquillas que la víctima y su marido utilizaban en los hospitales Doctor Negrín e Insular, respectivamente, donde ejercían de enfermeros. La Policía sigue buscando vestigios de metales pesados, como el talio, así como de otros fármacos hallados por los forenses que practicaron la autopsia a Laura G. tras la denuncia de su familia.
Las fuentes oficiales empiezan a trabajar con la posibilidad de que, además del talio, la joven enfermera de 32 años pudiera haber fallecido como consecuencia de una mezcla de medicamentos en altas dosis. Los análisis toxicológicos de las vísceras despejarán todas las dudas al respecto, aún cuando no las haya en relación con la causa del fallecimiento: envenenamiento.
De momento no han aparecido envases con restos de talio, pero sí una gran cantidad de medicamentos de todo tipo. El registro de las taquillas podría arrojar más detalles para la investigación, porque además de sustancias, la Policía busca algún móvil que explique el presunto parricidio.
Aunque se barajan varias tesis, la que tiene más peso es la del síndrome de Munchausen por poderes, un trastorno muy extraño y nada frecuente, que se suele dar entre madres e hijos. Consiste en prestar al menor una atención médica innecesaria, generando enfermedades o padecimientos inventados. La Policía no descarta que el enfermero sospechoso de dar muerte a su pareja pudiera padecer este trastorno y que le suministrara gran cantidad de medicamentos y sustancias creyendo que era la mejor manera de cuidarla de unas enfermedades que no existían.
De ahí su empeño en trasladarla a la UMI del Insular cuando había sido ingresada en la del Doctor Negrín, en ser él quien se ocupara personalmente y en exclusiva de sus cuidados y el suministro de medicación, y de ahí su histriónica reacción cuando murió, rasgándose la camisa y profiriendo desgarradores gritos con los que reclamaba para sí haber sido su mejor cuidador, según los investigadores.
Días después de la tragedia, Iván R. presenta un aspecto abatido y extenuado que la Policía atribuye al proceso de toma de conciencia de la magnitud del crimen que presuntamente ha cometido.