400 reclusos siguen programas de reeducación sexual para evitar reincidir
Unos 400 reclusos con delitos de agresión sexual siguen programas de reeducación de conducta para evitar reincidir al ser excarcelados. La superación, “reconocerse como violador”, “exige una voluntad de cambio muy fuerte, y si no se consigue, el riesgo es muy alto”, afirma la psicóloga penitenciaria Guadalupe Rivera.
La tasa de reincidencia entre quienes no participan o no los superan, como Alejandro Martínez Singul, el segundo violador del Eixample, es de un 20%. Con tratamiento, la posibilidad se reduce a un 5 ó 6%, dijo Guadalupe Rivera, que ha desarrollado el programa que aplica Instituciones Penitenciarias en las prisiones españolas, excepto en Cataluña única comunidad con competencias en esta materia.
Participar en los programas encaminados a ayudar al interno a reconocer el delito y el dolor que causan a sus víctimas y controlar sus impulsos, es estrictamente voluntario y no comporta reducción de pena.
La alarma ha saltado con la excarcelación de Martínez Singul, tras cumplir 16 años por una decena de violaciones y agresiones sexuales a niñas y adolescentes y otras en grado de tentativa, sin salir un sólo día de permiso, por el riesgo de reincidencia, y pese a haber seguido un programa de control de conducta “sin resultados satisfactorios”, según el departamento de Justicia de la Generalitat.
En este caso “ha fallado la voluntariedad firme de querer salir de ello”, opina la psicóloga. Durante la terapia, “el violador debe reconocer públicamente su intención, el daño que ha hecho y que lo hace porque le gusta, y eso es muy duro”.
Asumir: “yo soy un violador” es el comienzo. “Decir: lo he hecho porque bebí, porque los amigos me indujeron o la chica me provocó, son justificaciones. Cuando empiezas a reconocer que has violado, lo habías planeado y te gustaba, empieza a verse un poco de luz”.
Los programas, en marcha desde 1998 y un año antes en Cataluña, “son eficaces”, asegura la psicóloga ante las críticas suscitadas estos días, pero es necesario un apoyo externo de otras instituciones “para completar su reinserción cuando salen”.
2.000 agresores
En torno a 2.000 personas están encarceladas en España por delitos de agresión sexual y otras 440 en prisiones catalanas, menos de un 4% de la población reclusa (9.327 en Cataluña y 56.154 en el resto), según datos facilitados por ambas administraciones.
Doscientos cincuenta internos, de entre 25 y 45 años, están inmersos en 28 cárceles en estas terapias, que siguen más de dos años, y otros 153 realizan en Cataluña sus propios programas, cuando han cumplido al menos tres cuartas partes de la condena.
En ellos -explica la psicóloga- se hace terapia de grupo y una evaluación individual para que el preso reflexione sobre aspectos de su conducta y su vida.
Al principio son reacios, señala Rivera, “porque es algo que no han confesado antes, están expectantes, recelosos, desconfiados, pero a medida que la terapia avanza, que ven que no se les va a juzgar, van contando cosas que les quemaban dentro”.
A veces es doloroso, añade, más para quienes han abusado de sus propias hijas. “Hasta ese momento se justifican: no le hago daño, no es tan malo, la trato con cariño..., pero cuando asumen el perjuicio y ven su realidad en un espejo, no lo pueden soportar”. En algún caso puede haber riesgo de suicidio.
Los agresores persistentes, señala, suelen ser ritualistas, y el que agrede a menores suele ser más cobarde y tener dificultades de relación con mujeres adultas.
Destaca que todos tienen fantasías de agresión en su cabeza antes de actuar. Lo importante es controlarlas.
Es necesario, insiste, que, una vez en la calle, el agresor pueda contar con un apoyo familiar, laboral y social. Lo contrario crea un sentimiento de soledad, abandono, frustración, y puede llevarle a recurrir a su fantasía, que le satisface, con independencia del daño que puede causar.
Esa situación, unida a la oportunidad, “es el caldo de cultivo perfecto para una reincidencia y, si además beben un poco, van disparados”, sentencia.
Alarma
Algunos expertos se cuestionan si se ha creado una alarma excesiva en el caso de Martínez Singul, cuando “tiene muchas probabilidades de reincidir, pero aún no lo ha hecho”.
“Debe ser abrumador estar vigilado de esta forma y es negativo -señala Rivera-. Se le está dando como reincidente y puede sentir que debe cumplir con las expectativas”.
La reincidencia en otros delitos como robo o tráfico de drogas está en el 40-50%, pero en el caso de los violadores durante permisos carcelarios o en libertad hay sucesos terribles en los últimos años.
Entre ellos los de las “niñas de Alcasser” y el asesinato y violación de la pequeña Olga Sangrador, ambos en 1992, cuando no había programas -recuerda la psicóloga- y más recientemente en 2004 el de Pedro Jiménez García, que violó y asesinó a dos mujeres policías en Hospitalet de Llobregat un mes antes de terminar su condena.
Respecto a las críticas de las asociaciones de mujeres sobre la eficacia de las terapias de conducta, incapaces de reeducar a un violador después de 16 años entre rejas, Rivera señala que es un juicio “simplista” y en otros miles de reclusos sí que ha funcionado.
“Decir que si el programa no es fiable lo quitamos y volvemos al pasado, o les condenamos a cadena perpetua,... eso requiere una modificación de la Ley, que además afectaría a los terroristas, a los que han matado al vecino. En resumen, que no salga nadie de la cárcel, porque es más grave segar la vida de una persona”.
En su opinión, la terapia psicológica es fundamental, requiere además un seguimiento en la calle por otras instituciones y “opciones que se han dispuesto en otros países como la castración química, el uso de medicamentos que inhiben la testosterona, o el seguimiento de estas personas con GPS, pueden ser complementarios”.
Se entregó
El violador no es un enfermo mental, con la voluntad disminuida, asegura, “es un individuo con problemas en el control del impulso sexual, y algunos encuentran una liberación cuando son apresados”.
De su carrera profesional, la psicóloga cita el caso de un delincuente con 45 agresiones a sus espaldas, que salió en libertad hace tres años tras pasar 14 en la cárcel.
“Fue detenido por voluntad propia. Cuando vio su retrato robot por televisión, se entregó a la Policía”.
“Ahora está trabajando, mantiene una relación con una mujer que conoció a través de Internet y dice que si no hubiera sido por el programa hubiera reincidido en una semana”.