Un rehabilitador en prisión por estafar a pacientes con terapias experimentales
El Juzgado de Instrucción número 1 de Arucas investiga un caso de presunto fraude y mala praxis en una clínica de rehabilitación en Firgas, Gran Canaria. El pasado miércoles, la jueza decretó el ingreso en prisión de Santiago Santana, un fisioterapeuta que ofrecía a enfermos con parálisis debida a varias dolencias un tratamiento experimental que combina la terapia con células madre y hormona del crecimiento (GH). Tras varias denuncias por parte de clientes y pediatras, el Servicio Canario de Salud (SCS) suspendió el concierto que mantenía con el centro, ubicado en el complejo deportivo municipal, que se encuentra precintado desde el martes.

El caso, cuya instrucción está bajo secreto de sumario, según el abogado de Santana, lleva tiempo coleando en el pueblo. Casi todos los vecinos conocen al detenido y a su hermano, Óscar, que trabajaba con él en el complejo deportivo, ambos beneficiarios de la licencia municipal. Santana ofrecía, a través de Internet, un tratamiento neurológico en el que utilizaba hormona del crecimiento en enfermos con lesiones medulares, Alzehimer, Parkinson o parálisis cerebral trasplantados con células madre en clínicas de Panamá y Alemania, donde esta terapia es legal. La terapia completa podía incrementarse hasta los 17.000 euros. Entre 5.000 y 6.000 euros por cada año de tratamiento con GH, además de los 7.000 u 8.000 por el trasplante de células autólogas (del propio paciente) en el extranjero. La rehabilitación, que suponía unos 3.000 euros, corría a cargo del SCS.
A finales de julio, el SCS, que derivaba a la clínica a pacientes de la zona para realizar la rehabilitación, clausuró el centro por realizar otras actividades ajenas a los tratamientos fisioterapéuticos. Enfermos como Lourdes, con deficiencia psíquica y motora, que vive desde hace diez años en una residencia de mayores situada a unos metros del complejo deportivo, se quedaron sin su terapia gimnástica habitual. Por su parte, el Ayuntamiento justificó la retirada de la licencia para gimnasio, clínica de rehabilitación y piscina por las molestias generadas por el ruido y por falta de higiene. “Nos trataban muy bien”, dice por gestos, mientras una auxiliar, traduce, “estaba todo muy limpio”.
Una de las afectadas por el supuesto engaño ha sido Mercedes, que lleva ocho años dando vueltas por el mundo para intentar curar a su nieto, paralizado debido a una hidrocefalia desde que nació. “No había médico”, dice, “lo que había era un rehabilitador”. Esta abuela coraje viajó desde Málaga a Gran Canaria para reunirse con el fisioterapeuta y recabar más información sobre el tratamiento del que supo por una amiga que lo había encontrado por Internet. “Fuimos a una primera cita”, cuenta por teléfono, “pero no resultó bien; no confié porque me había engañado. Me dijo que era médico (por teléfono) y luego que era rehabilitador”. Se sorprende al conocer que el centro lo han cerrado y en su voz se percibe cierto desánimo de quien lleva casi una década esperando que la ciencia alumbre un milagro que ofrezca algo de luz para enfermos como su nieto.