Las víctimas del presunto violador de Tafira no dudan de que fue él
Un hombre acusado de agredir sexualmente a dos menores y una mujer en noviembre de 1997 en la zona de Tafira Alta en Las Palmas de Gran Canaria negó este lunes ser el autor de los ataques, mientras que las víctimas no dudaron en reconocerle a pesar del tiempo transcurrido.
“Soy inocente. Eso no lo pude hacer yo porque a partir de las diez de la noche no puedo salir de casa”, afirmó durante el juicio en la Sección Primera de la Audiencia Provincial de Las Palmas Ricardo Santiago C.C., que fue detenido diez años después, en julio de 2007, acusado de tres presuntos delitos de agresión sexual, por los que la Fiscalía y la acusación particular reclaman una pena de 45 años de cárcel para él, y la defensa solicita la libre absolución.
El procesado, que vive también por la zona de Tafira, negó los hechos, aunque admitió que conocía esos sitios “de día, pero no de noche”. Argumentó que sufrió un accidente de tráfico en 1995 en el que fue atropellado por una guagua y, debido a las secuelas de un traumatismo craneal, “no podía salir de noche por el frío intenso y dolores de cabeza”. Igualmente, señaló que en aquella época él “tomaba mucha metadona”.
No obstante, Ricardo Santiago C.C. -que consumía heroína desde los 12 años de edad- confesó que salió de noche algunas veces, “contadas con los dedos de la mano”, y se ponía “un gorro” para no pasar demasiado frío.
Las supuestas víctimas le reconocieron “inmediatamente”
Por su parte, las tres víctimas coincidieron en que la agresión se produjo en lugares poco frecuentados y accedieron a las prácticas sexuales ante el temor de que él les matara. Además, resaltaron que durante las ruedas de reconocimiento practicadas le reconocieron “inmediatamente”.
En concreto, la primera víctima -que en el momento de los hechos había cumplido recientemente los 14 años de edad- explicó que se encontraba caminando sobre las 22.00 horas del día 13 de noviembre de 1997, en el barrio de Lomo de Enmedio del barrio de Tafira Alta, cuando se encontró de frente con un hombre y al pasar a su lado él la agarró por detrás rodeándole el cuello con el brazo izquierdo, mientras con el derecho le colocaba un cuchillo en la sien, al tiempo que le decía: “Como grites de mato, yo a ti te conozco”.
De este modo, la condujo hacia unos matorrales donde la sentó en el suelo, se colocó frente a ella y supuestamente la obligó a realizar prácticas sexuales. Antes de marcharse del lugar el acusado advirtió a la chica que se estuviera “calladita”, ya que sabía “quién era y dónde vivía”.
“Siempre me mantuvo el cuchillo en la sien apretándome cada vez más fuerte”, declaró la joven, que accedió a las órdenes de Ricardo Santiago por “miedo” a que la matara. “Le vi la cara perfectamente cuando le vi venir”, agregó. Posteriormente, corrió a su casa, se lo contó a sus padres, interpuso una denuncia en la comisaría y fue atendida en el centro de salud.
Diez años después, en 2007, se disponía a ir al trabajo por un camino diferente al usual y descubrió a su supuesto agresor en la esquina de un instituto. “Mi cuerpo empezó a temblar e inmediatamente le reconocí. Fue verle a él y decir: es éste”, relató emocionada. A raíz de ello Ricardo SantiagoC.C. fue detenido en las inmediaciones del centro educativo. “Para mí la indemnización es lo de menos, lo que quiero es que cumpla su condena. Eso es una herida psicológica muy grande”, apostilló.
Un día después
Un día después de esta agresión, sobre las 22.30 horas del 14 de noviembre de 1997, en la zona del Monte Lentiscal en la capital, el acusado se dirigió igualmente a otra joven, que tenía entonces 17 años de edad y la agarró por detrás, rodeándola con un brazo a la altura del cuello y la tiró al suelo, según narró la víctima.
Al comenzar la mujer a pedir socorro el acusado le exhibió una navaja “afilada” de unos siete centímetros de hoja diciéndole: “no grites o si no te rajo el cuello, ahora vas a hacer lo que te diga ¿verdad?”, a lo que ella contestó afirmativamente al tener miedo de las posibles consecuencias.
Tras ello, el procesado obligó presuntamente también a esta chica a realizar prácticas sexuales y, al término, la joven empujó a Ricardo Santiago y huyó del lugar. Al igual que en el primer caso, durante el transcurso de los hechos el acusado le dijo que sabía quién era y dónde vivía, así que se estuviera “calladita”.
“Nunca he corrido tanto en mi vida”, comentó la mujer, que informó de que tras lo acontecido ha estado en tratamiento psicológico y no puede “caminar tranquilamente por la calle”.
“No tengo ninguna duda de que era esta persona, ahora él pesa más, pero cuando lo vi en la rueda de reconocimiento mi cuerpo se estremeció”, añadió la mujer, que rechazó obtener compensación económica alguna por los hechos.
“Me lamió la sangre”
Por último, la tercera víctima -que en el momento de la supuesta agresión tenía 27 años- contó que el día 17 de noviembre de 1997, estaba practicando deporte sobre las 21.20 horas en la zona de Monte Luz, en el barrio de Tafira, en un camino “un poco apartado y en obras, y ese día había más luz de la habitual”. Se dirigía corriendo a su domicilio, cuando escuchó pasos detrás suya y paró para ver quién era. En ese momento vio a un varón que se acercó hacia ella “sonriendo” y “con una capucha de chándal en la cabeza”, aunque le pudo ver el rostro. “No pensé que fuera a hacerme nada”, indicó.
Acto seguido, Ricardo Santiago se puso a su lado y agarró por detrás rodeándola con su brazo izquierdo, tratando de tirarla al suelo. Ella comenzó a forcejear y a gritar, mientras el acusado le decía que si no dejaba de gritar la mataría y que la estaba cortando con una navaja que portaba, consiguiendo tirarla al suelo. Ante el temor que sentía, la mujer dejó de forcejear, momento en que el acusado “le pasó la navaja por la cara al tiempo que le lamía la sangre producida”.
A continuación, según la víctima, el acusado se tumbó sobre ella, colocó la navaja en su cuello y la obligó a realizar prácticas sexuales y, como en los otros dos casos, la amenazó con matarla si denunciaba lo ocurrido.
“Noté la navaja en el cuello y él me cortó la cara, mientras yo le pedía por favor que no me matara. Me rajó y me lamió la sangre de la herida”, incidió.
Tras ser obligada a realizar prácticas sexuales logró huir y llegó a una casa, desde donde alertaron a la Policía.
“Los dos años siguientes a la agresión los recuerdo como una nebulosa, con una sensación constante de miedo. Supe que era él al verle la imagen en la rueda de reconocimiento. Ahora está más grueso y tenía el pelo distinto, pero es él”, aseveró contundente.
Por su parte, los peritos que examinaron a las víctimas confirmaron las heridas producidas por un “instrumento cortante”. Mientras que los forenses que examinaron al procesado aseguraron que “no padece ningún trastorno y conserva todas sus capacidades volitivas y cognitivas”.
A este respecto, hicieron hincapié en que “las dosis de metadona no guardan ninguna relación con su capacidad cognitiva ni volitiva”, así como advirtieron de que “la heroína no es necesariamente un inhibidor del deseo sexual”.
Un total de 30.900 euros de indemnización
Por todo ello, la Fiscalía solicitó 45 años de cárcel para el acusado, es decir 15 años de prisión por cada uno de los tres delitos de agresión sexual, así como dos meses de multa con una cuota diaria de 50 euros por cada una de las tres faltas de lesiones.
Además, en concepto de responsabilidad civil, el Ministerio Público reclamó que R.S.C.C. indemnice con 300 euros a cada víctima por las lesiones causadas y en 10.000 euros también a cada una de las mujeres por los daños morales. La acusación particular se adhirió a lo solicitado por la fiscal. Sin embargo, el letrado de la defensa reclamó la libre absolución para su cliente.