La política clientelar, del favor al poderoso, al más poderoso si hay dos en presencia, ha sido por desgracia una constante en Canarias. En nombre del progreso hemos sido capaces de tragarnos de las más escandalosas actuaciones como Granadilla o Tindaya, obras faraónicas de carreteras repetidas o el grotesco tren non nato. Y centros comerciales que han crecido como hongos allí donde eran necesarios y allí donde no han hecho otra cosa que destrozar por completo el frágil comercio tradicional. Por el contrario, hemos sido incapaces de derivar nuestra economía hacia territorios más rentables y sostenibles, como las energías renovables, o la investigación sobre aguas. El comercio, íntimamente asociado a la construcción, ha sido una de las actividades más acariciadas y destrozadas por nuestros admirados políticos, y ahí tienen las gigantescas áreas comerciales que pueblan toda Canarias, particularmente las dos islas mayores. Cuando creíamos que ya habían terminado las autorizaciones y las recalificaciones urbanísticas nos enteramos de que queda una, un inmenso parque comercial en Adeje. Y es en ese municipio, gobernado por un histórico socialista, José Miguel Rodríguez Fraga, donde les invitamos a poner hoy el foco.