Que Miguel Ángel Parramón está movido por la profesionalidad y por el afán por hacer que brille la justicia no hay quien lo dude. Como tampoco hay que negar las críticas surgidas por algunas de sus más llamativas decisiones en la Operación Eolo. La alarma social desatada por las detenciones y por la identidad de algunos de los imputados ya ha conseguido el efecto algún-dia-me-puede-tocar-a-mí, por muy inocente que sea. Pero también es cierto que la encarcelación de personas como Mónica Quintana ha restado popularidad al magistrado. Los abogados de los dos encarcelados están tan cabreados con Parramón que prefirieron saltarse el recurso ante su señoría y acudir directamente a la Audiencia. Crece el sentir popular, que es muy sabio y puñetero, de que Mónica está empaquetada por tonta o por amor. O ambas cosas a la vez, que en ocasiones vienen a ser lo mismo. Un auto de libertad sería muy aplaudido. Seguro.