Los votantes socialistas deben estar la mar de desconcertados. Leen sesudas crónicas, artículos, editoriales e inquietantes reportajes sobre la fractura que separa a Zapatero del resto de la dirigencia y la militancia; escuchan encendidas tertulias televisivas y radiofónicas hablando de un Zapatero que, de repente, ha pasado de ser calificado de bamby, insulso, insípido, idealista, inmaduro... a totalitario, despiadado, personalista, caudillista y desalmado antidemócrata. Las voces críticas que los medios de comunicación han estado recogiendo permanecen aún en un llemativo anonimato, mientras que en el máximo órgano entre congresos, el Comité Federal del sábado, cuando se esperaba una escenificación de la fractura, no se levanta ni una sola voz crítica, mínimamente crítica, respetuosamente discrepante. Nada. Muy al contrario, tanto en los días previos como en el ansiado Comité Federal, las únicas voces fueron de unánime respaldo a Zapatero, al Gobierno y a las políticas que se están aplicando contra la crisis y para la protección social. Cuanto menos curioso.