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Un premio de lotería por el que hay que pagar: una cliente se querella contra Cajamar

Oficina de Cajamar en Arrecife.

Saúl García

Arrecife —

El 6 de enero de 2011 fue un día afortunado para I.M.R., una vecina de Teguise que recibió la noticia de que le acababan de tocar 100.000 euros por el sorteo de la lotería de El Niño. Fue el principio y el fin de su suerte. Once días después ingresaba el dinero en la cuenta corriente que había abierto quince años antes en su entidad bancaria de toda la vida, la que entonces se llamaba Caja Rural de Canarias y hoy se llama Cajamar. El resultado final es que ha acabado pagando al banco, en intereses, más dinero del que le ha generado su premio, y que no puede disponer de todo su dinero.

“Desde entonces no sólo no ha podido recuperar parte del dinero que ingresó sino que en la actualidad está en una situación financiera precaria por el nocivo comportamiento de la directora de la sucursal que ocultó información a la denunciante, engañándola”. Esto es lo que dice la querella que ha tenido que interponer esta mujer contra la entidad bancaria y contra la ex directora de una de las sucursales de Arrecife por estafa. El Juzgado número 3 ya la ha admitido a trámite.

El recorrido bancario es el siguiente, siempre según el relato de la querella: Unos días después de ingresar el premio, la ganadora fue “persuadida” por la directora para que firmara un depósito a plazo fijo en el que ingresó 90.000 euros, que le iba a reportar un interés del 3,4 por ciento. En agosto de ese año el depósito le renta 8.000 euros, que en lugar de mantenerse en ese producto financiero pasan a un nuevo depósito con una rentabilidad menor, de sólo el dos por ciento.

Esta operación se repite en varias ocasiones con otras cantidades y culmina en septiembre de 2012 con el cambio del interés desde el 3,4 por ciento al uno por ciento, “con consentimiento viciado al haber sido  engañada”, según la querella, ya que no tiene sentido que alguien acepte que le rebajen la rentabilidad de su dinero sin necesidad alguna. Pero las anomalías no habían hecho más que empezar.

La cliente pide un préstamo personal de 7.000 euros, a pesar de tener dinero suficiente y de que no firmó ninguna póliza de ese préstamo ante notario, al que se le impone un tipo de interés del diez por ciento. Solo unos días más tarde contrata un segundo préstamo por 19.600 euros para comprarse un coche, con su consentimiento pero sin que se le informara de que el tipo de interés es del diez por ciento y el interés de demora del 25.

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