Un paseo por Tetuán: la medina más andaluza del norte de Marruecos

Medina de Tetuán. La ciudad fue durante casi medio siglo capital del protectorado español de Marruecos.

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Tetuán pasa bastante desapercibida para los viajeros. No tiene el glamour histórico y patrimonial de las ciudades imperiales de Marruecos (Fez, Meknés y Marrakech) y queda bastante eclipsada por la vecina Tánger de la que dista apenas unos kilómetros. Pero la realidad es que Tetuán, que durante décadas ejerció como capital del protectorado español del norte marroquí, tiene un algo que la convierte en un lugar muy especial. Nosotros la encontramos diferente al resto. Es cierto que está muy lejos de la monumentalidad de las grandes medinas del país alauita, pero a su favor hay que decir varias cosas. Y la más importante es que es de las pocas ciudades que no ha perdido su esencia: la medina sigue conservando su condición de laberinto encantado en el que se esconden mil y una sorpresas, pero es que, a diferencia de las grandes ciudades ‘francesas’, la ciudad nueva no es un lugar por el que hay que pasar deprisa. Aquí, lo musulmán se combina con lo europeo para crear un conjunto que no desentona. Y el secreto para esta convivencia de ciudades es el carácter andaluz de la ciudad colonial. La llaman la Paloma blanca. Y una de sus grandes bazas es que el turismo apenas la toca. Y eso es un aliciente poderoso para dedicar, al menos, una jornada a disfrutar de sus encantos.

Como te decíamos antes, Tetuán está muy cerca de Tánger. Entre la puerta de Marruecos y la Paloma Blanca hay apenas 63 kilómetros. Un taxi compartido te puede costar unos tres euros por persona aunque también tienes la posibilidad de acceder en autobús (la empresa CTM ofrece bastantes conexiones al día y el precio ronda los dos euros). Uno puede plantearse la visita como una excursión desde Tánger o la española Ceuta –un destinazo desconocido- o como una escala para visitar otros lugares del norte marroquí (desde aquí puedes viajar sin problemas hasta Chefchaouen, la mítica ciudad azul). También está a tiro de piedra de verdaderos playazos como Cabo Negro o las arenas kilométricas de Kabila. Desde aquí puedes acceder al Mediterráneo alauita y hacer incursiones al Rif, la cordillera de los míticos bereberes. Pero, a la vez, es el mejor lugar para explorar las huellas del colonialismo europeo: y Tetuán es la base de esa presencia española en la zona: para bien y para mal.

Qué ver en Tetuán; pequeña guía de la Paloma Blanca.- Ciudad Nueva y Medina. El esquema de otras ciudades marroquíes se repite en Tetuán, pero aquí es que El Ensanche (como se llama la parte colonial) tiene mucho bueno que ver. Pero aún así, lo realmente atrayente de la población es lo que se esconde tras las puertas que dan acceso a la medina. El nexo de unión de estas dos realidades es la Plaza Feddan, un enorme espacio abierto donde hay un par de templetes de estilo andalusí, y el eje que forman las avenidas Alger y Ben Hssain. Aquí te vas a encontrar con varios puntos de interés antes de enfrentarte al laberinto de la medina medieval: el Museo Arqueológico (Ben Hssain, 2) –las colecciones romanas y púnicas son más que notables- y la Plaza del Mechuar donde puedes ver la fachada del Palacio Real de Tetuán. En esta frontera también te encuentras con varias de las puertas que se abren en las antiguas murallas y que dan acceso al casco medieval. Al lado del palacio real tienes Bab Rouah y entre el Museo Arqueológico y la Plaza Feddan tienes Bab Tut. Son, literalmente, el paso hacia otro universo.

La medina de Tetuán no tiene las dimensiones gigantescas de la cercana Fez, por ejemplo. Es relativamente pequeña y se puede explorar por cuenta propia sin ningún tipo de problema. Una buena idea para evitar los miedos es recorrer de punta a punta algunas de sus calles principales. La Rue Laayoun parte desde Bab Nwader (acceso desde la Avenida de Alger junto a Plaza Feddan) hasta el entorno de las Tenerías (las viejas factorías de curtido de cueros). Prácticamente atraviesa la ciudad medieval de extremo a extremo. Desde aquí puedes ir dando saltos a un lado y al otro para ir descubriendo callejones divinos y lugares con encanto. Y con la seguridad de no estar a más de un par de minutos a pie de Rue Laayoun.  Y la primera de estas incursiones, poco después de atravesar Bab Nwader es subir hasta la Kasbah (Av Abou Bakr Seddik). Este es el germen de la ciudad. Aquí se levantó un castillo de adobe en el siglo X para controlar a las belicosas tribus rifeñas; y desde aquí se desbordó la medina en los siglos siguientes. Queda muy poco de las piedras originales ya que el lugar sufrió un sinfín de ampliaciones y reformas que duraron hasta la retirada de los españoles en 1956 (aquí estaba el cuartel de los regulares).

El otro nudo patrimonial se encuentra justo al final de Rue Layayoun. Las últimas zancadas te dejan justo en frente del pequeño barrio de curtidores tetuaní. Las Tenerías de esta ciudad no son tan espectaculares como las de Fez o Marrakech, pero son una visita imprescindible. Cualquier ruta por la medina debe terminar en la trasera del Palacio Real. Aquí se apelotonan la Mezquita Hisham Muhammad, que ejerció de mezquita mayor de la ciudad durante siglos, la Madrassa Lukach, varios palacios que se pueden visitar y la Calle Tarrafín, principal eje comercial de la ciudad junto a la Plaza el Suq al Hot. Es aquí donde el viajero puede ver la medina por dentro. Desgraciadamente, no se puede entrar a las mezquitas y a las decenas de zuias (santuarios vinculados a hombres y mujeres santas) pero aquí hay un par de lugares en los que se pueden atravesar las puertas y poder imaginar cómo es el aspecto de la ciudad puertas adentro. La Madrassa Lukach es uno de ellos. Pero también hay un par de grandes casonas palaciegas que ahora funcionan como museos y centros culturales. La más fastuosa es Dar El Oddi (Der Oddi, 5), un palacio de principios del siglo XX que se levantó respetando los cánones de la arquitectura tradicional. Otros lugares muy interesantes son Dar Bricha y las viejas casonas que albergan las sedes del Museo del Nacionalismo y el Museo Etnográfico.

El barrio judío de Tetuán.- Como sucede en otras ciudades históricas del país, la comunidad judía contaba con su propio saladero o Mellah (así se llamaban las juderías en el país norteafricano en referencia al monopolio que ejercían los hebreos en el comercio de la sal). El barrio judío se encuentra al sur del palacio Real; esto era una cuestión que se repetía en todas las medinas. Los judíos se encontraban bajo la protección directa del sultán y por eso sus barrios se levantaban justo al lado del Majzén, o símbolo del poder real. La Mellah de Tetuán es pequeña pero aún así hoy pueden verse hasta tres pequeñas sinagogas.

El Ensanche; España en Tetuán.- Entre 1913 y 1956, la ciudad fue la capital del Protectorado español de Marruecos. Ya ha llovido mucho desde entonces, pero la huella de España en las calles del Ensanche, como se llama la ciudad nueva, aún perviven en forma de arquitectura, trazado de calles y hasta en el nombre de lugares emblemáticos como el Cine Español (Av Mohamed Ben Larbi Torres), el Instituto Jacinto Benavente (Alger, 10), la Iglesia de Nuestra Señora de las Victorias (Plaza Moulay El Mehdi) o el bonito Cementerio Español (Av Abu Bark Seddik).

Fotos bajo Licencia CC: Aleksandr Zykov; Nicolas Vigier; Martin Cox; Rodrigo Silva; Yassine Abbadi

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