Qué ver en Bremen: una sorpresa hanseática a dos pasos de Hamburgo

Efigie de Rolando en la Plaza del Mercado de Bremen.

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Una estatua junto al Ayuntamiento de Bremen rinde homenaje a los cuatro personajes más famosos de la ciudad. Un burro; sobe el burro un perro; sobre el perro un gato y sobre el gato un gallo. Las patas delanteras del burro están pulidas porque, según la leyenda local, quien las frota con sus manos tiene el privilegio de ver como se cumple uno de sus deseos. Los Cuatro Músicos de Bremen es una de las historias más conocidas del recopilatorio de los Hermanos Grimm. Y aquí son un auténtico furor. Y de ahí el emplazamiento del monumento justo en el lugar más importante de la ciudad: la Plaza del Mercado de Bremen, el espacio monumental más importante de la ciudad dónde se acumulan algunos de los hitos más importantes de su casco histórico (Catedral, Ayuntamiento, la Cámara de Comercio…). Bremen es una de las grandes joyas del patrimonio alemán. Como otras ciudades del país, sufrió graves daños durante la Segunda Guerra Mundial, pero supo resurgir de sus cenizas y recuperar ese estilo único y precioso de los puertos de la Hansa, esa liga de burgos comerciantes que durante la Edad Media creó un verdadero oasis de riqueza económica y esplendor cultural en la costa norte del Viejo Continente. Bremen fue una de esas perlas de la mítica Liga Hanseática, y eso se nota.

La Bremen de hoy se desparrama por todos lados en un verdadero damero de grandes barrios residenciales. Todo lo que hay que ver se encuentra entre la rivera del Weser y la Estación de Tren (una de las más bonitas de Europa). Apenas un par de cuadras de distrito financiero (dónde hay algunos rascacielos modestos, algunas buenas muestras de arquitectura contemporánea y los pocos restos de la ciudad burguesa de la Revolución Industrial que se salvaron de las bombas) antes de encontrarse con el foso artificial que separa el antiguo burgo medieval de tierra firme. En esta zona, por ejemplo, está el Uberseen Museum (Bahnhofspl., 13), un soberbio edificio del siglo XIX que alberga uno de esos museos de antes dónde cabe todo, desde las ciencias naturales a la antropología pasando por el arte y la historia. La mejor manera de conectar la nueva Bremen con la vieja ciudad es a través de la Burgeirmester Smidt Strasse, la calle que sale desde la estación de tren hacia el casco histórico. Antes de cruzar el canal de las antiguas murallas métete por la Contrescarpe hasta Herderton Strasse. Aquí no sólo te vas a encontrar con un paseo precioso al lado del canal al que vas a volver una y otra vez: también vas a poder hacer la primera de las fotos icónicas de tu viaje: El Molino (Alte Mühle) actual data del siglo XIX y es el último de los que hubo en la ciudad desde la Edad Media. El parque lo rodea es divino y es la mejor carta de presentación de la ciudad.

La mejor manera de adentrarse en el casco histórico de la ciudad es a través de la Am Wall (lo que es una magnífica excusa para hacer la Contrescarpe), antigua entrada a las murallas medievales. Nada más pasar el puente que salva el canal te vas a encontrar con tres edificios históricos: la Casa Gerhard Marcks (Am Wall, 208); la Casa Wilhelm Wagenfeld (Am Wall, 209) y la magnífica Kunsthalle (Am Wall, 207), la gran galería de arte de la ciudad. Sugerirte entrar por aquí no es una cuestión caprichosa. Desde aquí puedes subir por Ostertor Strasse para meterte de lleno en el Schnoor. Este pequeño conjunto de callejuelas es de las pocas zonas del casco histórico que no sufrieran grandes daños durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Aquí te vas a encontrar un ramillete de de casas medievales preciosas en callejuelas de un encanto con algunas joyitas como la Kleinstes Haus (Hinter d. Balge, 9), que es una de las casas más pequeñas de Alemania; la Iglesia de San José (Hohe Strasse, 2), una preciosa construcción gótica del siglo XV o la Geschichtenhaus (Wüstestätte, 10), una casona medieval que se ha convertido en el museo de historia de la ciudad. Schnoor es un laberinto maravilloso que nos da una idea de lo que debía ser esta parte de Bremen antes de que las bombas cayeran.

Otro de los lugares en los que te puedes encontrar con esa Bremen de casas de ladrillo y tejados a dos aguas es Böttcherstrasse, antiguo mercado al aire libre de inicios del siglo XX (con una arquitectura alegórica a los mitos de fundación nórdicos del país) que se salvó de milagro. Esta calle sobrevivió a las bombas y aquí está incrustada entre edificios modernos dejándonos lugares increíbles como la Bremer Bonbon Manufaktur (Böttcherstrasse, 8), una pequeña fábrica de dulces y chocolates que es una verdadera delicia o el ‘Portador de Luz’ – Lichtbringer- (Böttcherstrasse, 6), una puerta de ladrillo monumental en el que hay un relieve que representa a San Miguel defendiendo a las masas de una serpiente de tres cabezas. Esta calle monumental sirve de nexo entre la zona de la Plaza del Mercado y el Schlachte, el paseo fluvial que recorre la fachada ribereña de la ciudad junto al Río Weser. Aquí puedes encontrar varios barcos históricos, la bonita Iglesia de San Martín (Martinikirchhof, 3), una de esas muestras maravillosas del gótico del norte  hecho en ladrillo (siglo XIII) y la posibilidad de saltar al Teerhof (literalmente el Patio del Alquitrán). Aquí no sólo vas a tener unas vistas alucinantes del casco histórico, sino que también puedes visitar el Castillo de Weser (Teerhof, 20), que hoy alberga un museo de arte moderno.

Y lo mejor para el final. La Marktplatz o Plaza del Mercado ejerce desde siempre como corazón de la ciudad: y es el lugar dónde mejor podemos rastrear esa herencia hanseática que se refleja de manera perfecta en grandes edificios monumentales como la Cámara de Comercio – Haus Schütting - (Markt, 13) o el espectacular Ayuntamiento –Rathaus- (Markt, 21) que son una verdadera clase de historia del arte y de la evolución desde el gótico al estilo renacentista.  La estampa monumental se completa con la Catedral de San Pedro (Sandstrasse, 10-12), uno de los edificios románicos hechos con ladrillo más importantes del mundo, y la Iglesia de Nuestra Señora (Unser Lieben Frauen Kirchhof 27-29). La continuidad de la ciudad medieval se ve interrumpida con algunos edificios modernos (algunos con un gusto más acertado que otros), pero aún pueden verse viejas casas al más puro estilo hanseático, fuentes monumentales (Fuente de Neptuno y Fuente de Marco) y grandes monumentos de la época como la gigantesca Estatua de Roldán, una escultura de inicios del siglo XV que rinde homenaje al mítico héroe franco y simboliza la libertad de la ciudad frente a cualquier poder centralizado, uno de los ejes de la Liga de la Hansa. Esta estatua es única en Europa por su antigüedad. Desde aquí puedes subir por Sögerstrasse hacia el canal para ver otra de las particularidades de Bremen: una curiosa escultura en la que se pueden ver varios cerdos conducidos por un pastor y su perro hacia el antiguo mercado.

Una ciudad de parques.- Uno de los puntos fuertes de la ciudad es que está cuajada de espacios verdes. Ya te hablamos con anterioridad de la Contrescarpe, el paseo de ronda que corría en la orilla opuesta al foso de las murallas. El lugar es precioso y las pasarelas permiten ir y venir de una orilla a otra entre pequeños jardines, arboledas y plazas. El gran parque de Bremen es el Bürgerpark, un gran pulmón verde donde, además, puedes visitar varios edificios históricos. Para amantes de la Segunda Guerra Mundial queda el Búnker B-31, una de las antiguas fortificaciones que el régimen nazi realizó en la ciudad durante el conflicto. Un poco más lejos queda el Cementerio Riensberg, que compagina su lógica función como campo santo con una sucesión de jardines muy bonita.

Un búnker para submarinos a poca distancia de Bremen.- Más allá de su valor histórico y como alarde de ingeniería, el Búnker Valentín (Rekumer Siel) es también un espacio dedicado a la memoria. Esta impresionante infraestructura de guerra permitía el aprovisionamiento y mantenimiento de submarinos a pocos kilómetros de la desembocadura del Weser. Para ello se construyó una caja de hormigón reforzado en el que podían caber hasta dos de estos buques. Lo significativo del lugar es que fue construido por prisioneros y deportados de toda Europa en régimen de trabajos forzados y que casi 2.000 murieron durante el proceso. Hoy, este puerto cubierto es un lugar dónde se les rinde homenaje a través de la denuncia de las atrocidades del nacionalsocialismo. Qué envidia da Alemania en algunas cosas…

Fotos bajo Licencia CC: IMBiblio; Michaela Pereckas; Torsten Maue; Allie_Caulfield; Fred Romero; Jaime González

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