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¿Cómo sería la vida del “Spiderman” que salvó a un niño en Francia si nunca hubiese sido un héroe?

Enric Bonet

París (Francia) —

Mamoudou Gassama dejó Mali en 2013 con el objetivo de llegar a la Unión Europea. El joven que escaló cuatro pisos en pocos segundos para salvar la vida de un niño atravesó el desierto de Níger hasta alcanzar el “infierno de Libia”. Es uno de los miles de migrantes que cruzaron el Mediterráneo a través de la ruta más mortífera del mundo. Una vez en Italia, el viaje debía seguir viaje hasta Francia, el país comunitario donde vivía su hermano y del que manejaba el idioma. Parecía un poco más sencillo construir una nueva vida en una Europa que, todo apuntaba, se lo pondría difícil. 

Los obstáculos formarían parte de su nueva vida en Francia, y la nueva ley migratoria impulsada por el presidente Emmanuel Macron pretendía elevar aún más las barreras de su integración. Le esperaban cinco años de vida en la clandestinidad, evitando controles policiales, sobreviviendo sin papeles bajo el riesgo de acabar en un centro de detención para ser deportado a Mali.

Pero este lunes Gassama ha iniciado los trámites para obtener la nacionalidad francesa. Tras su épico rescate, su vida en Francia ha dado un giro copernicano. “Es un gesto de heroísmo. Deseo que podamos adoptar una decisión excepcional con usted”, le prometió este lunes el presidente francés, Emmanuel Macron, el mismo que pretendía complicarle aún más su estancia en el país. Tras haberlo recibido en el Elíseo, el dirigente centrista le anunció la decisión de su naturalización, así como la concesión de un trabajo en el cuerpo de bomberos. 

Gassama difícilmente hubiera accedido a estas oportunidades sin su acto heroico. Si no tuviese esa fuerza y agilidad descomunales. Si fuese como la mayoría de las personas. El maliense, de 22 años, vivía hasta ahora la misma epopeya que los 300.000 migrantes que residen en Francia de forma irregular.

Trabajo sin contrato en la construcción

Después de un viaje migratorio “terrible”, no llegó a Francia hasta septiembre del año pasado, cuando se reencontró con su hemano Birama. Desde entonces, trabajaba sin contrato en el sector de la construcción y se alojaba en un albergue para inmigrantes en Montrueil, en las afueras de París. Tenía la suerte de dormir bajo un techo, a diferencia de los más de 2.500 extranjeros que malviven por las calles de la capital francesa.

Mientras buscaba el pasado sábado un sitio donde ver la final de la Champions League, Gassama tuvo la agilidad y el coraje de acudir al rescate de un niño colgado de un balcón con una sola mano. La celeridad con la que lo convocaron en el Elíseo demuestra la habilidad comunicativa de Macron, así como los malabarismos ideológicos del presidente francés.

Tras haber defendido que la acogida de refugiados era “un deber moral y político”, Macron apuesta por una política migratoria muy restrictiva. “Se trata de una operación de comunicación exitosa del presidente Macron, con la que quiere disimular el carácter represivo de su política migratoria”, critica en declaraciones a eldiario.es la jurista Violaine Carrère, integrante del Groupe d’Information et de Soutien des Immigré(e)s (Grupo de Información y de Apoyo de los Inmigrantes, GISTI).

En la línea de la mayoría de asociaciones humanitarias francesas, Carrère lamenta el “oportunismo” y la “hipocresía” de vanagloriar la gesta heroica del joven maliense, al mismo tiempo que este miércoles empezará a debatirse en el Senado francés la nueva ley migratoria, que facilitará las expulsiones de migrantes.

Los difíciles requisitos para obtener la residencia

“Si no hubiera realizado su acto heroico, seguramente Gassama hubiera tenido bastantes más dificultades para conseguir el certificado de residencia en Francia”, explica Carrère. Según recuerda esta jurista, la legislación francesa contempla la posibilidad de conceder el “titre de séjour” (certificado de residencia) por motivos excepcionales, como ha sucedido con el joven maliense. “Pero sólo suele suceder con una decena de personas cada año, sobre todo en casos mediáticos”, añade.

Para regularizar su situación en circunstancias normales, los inmigrantes deben justificar un empleo fijo, sólidos vínculos familiares en Francia o contraer matrimonio con una persona de nacionalidad francesa. Según establece la normativa francesa desde 2012, un migrante que llega a Francia en situación irregular por motivos económicos debe justificar cinco años de residencia y haber trabajado durante al menos ocho meses para obtener la documentación.

Ninguna de estas condiciones se cumplía en el caso de Gassama. A pesar de trabajar en la construcción, “los empresarios no suelen apoyar los inmigrantes en sus trámites administrativos, ya que prefieren aprovecharse de su debilidad como trabajadores sin papeles”, afirma la jurista del Gisti. 

Atendiendo a los datos del Ministerio del Interior, Francia concedió el año pasado 262.000 certificados de residencia, un 13% más que en 2016. Esta documentación fue otorgada en la mayoría de los casos a aquellos extranjeros que se instalaron en Francia para estudiar o reencontrarse con la mayor parte de su familia. Además, 27.373 migrantes fueron deportados en 2017 de suelo francés, un 10,8% más que el año anterior. 

Si Gassama no hubiese sido un “héroe”, el joven hubiera afrontado un camino aún más largo para obtener la nacionalidad francesa que acaba de solicitar.

“Para ser nacionalizado francés –y así disponer plenamente de los derechos políticos–, un inmigrante debe haber vivido durante al menos cinco años en Francia, y tener un muy buen conocimiento de la lengua francesa y un expediente penal impoluto”, explica Carrère. “A muchos inmigrantes se les deniega su proceso de nacionalización porque tienen unos ingresos demasiado bajos”, recuerda esta jurista especializada en cuestiones migratorias.

Gassama es de Mali, un país envuelto en una guerra civil en determinadas zonas y azotado por la violencia del yihadismo. Numerosos compatriotas huyen a suelo europeo en busca de protección internacional. “Después de haber considerado que se trataba de un país en conflicto, las autoridades francesas vuelven a ver Mali como un país seguro y tratan como inmigrantes económicos la mayoría de personas que provienen de este país”, explica Carrère. 

La amenaza diaria de la expulsión

La vía más factible para obtener los papeles se situaría en conseguir el requisito indispensable de residir durante cinco años en Francia hasta comenzar a tramitar los papeles. Durante este periodo, el joven maliense habría afrontado la amenaza diaria de ser expulsado del país.

Primero, correría el riesgo de ser devuelto al primer Estado miembro que pisó para entrar en la UE, en cumplimiento del Reglamento comunitario de Dublín. “Tras haber dejado sus huellas dactilares en Italia, Massana encajaba con el perfil de los migrantes que son reenviados al primer país de la Unión Europea donde fueron registrados”, explica Yann Manzi, fundador de la asociación bretona Utopia 56, que asiste a los refugiados en París y Calais.

“Probablemente, podría haber sido encarcelado en un centro de retención administrativa (el equivalente de un CIE en Francia)”, recuerda Manzi. La reforma migratoria de Macron permitiría que Gassama, en el caso de haber acabado en un centro de detención, pudiese estar retenido hasta 90 días, 45 más que el periodo máximo actual establecido en el país.

Aprobada en primera instancia en la Asamblea Nacional, la nueva ley migratoria ha ampliado de 45 a 90 días el plazo que un extranjero puede estar detenido en un CIE francés.

¿Son héroes todos los que ayudan?

Durante el debate parlamentario de este polémico texto, la mayoría macronista rechazó las enmiendas que despenalizaban el “delito de solidaridad”, que amenaza con penas de prisión a militantes que acogen a refugiados en las zonas fronterizas o les ayudan a cruzar la frontera.

Por el azar del calendario, la recepción de Mamoudou Gassama en el Elíseo se ha producido la misma semana en la que empezará en Francia los juicios de Martine Landry, una integrante de Amnistía Internacional, y otros tres voluntarios juzgados por haber ayudado refugiados en la frontera francoitaliana en los Alpes.

Tras haber rescatado un niño, Gassama ha sido exaltado como un héroe nacional. Si hubiera socorrido un compañero migrante en una zona fronteriza, todo apunta a que hubiese sido tratado como a un delincuente.