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Veinte años es todo

Cristóbal D. Peñate

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Veinte años no es nada o es todo. Ese es el tiempo que Soria lleva ocupando cargos públicos desde que en 1995 se presentara por primera vez a las elecciones y se sentara en el sillón de la alcaldía de Las Palmas de Gran Canaria.

En aquella ocasión se acomodó en la poltrona y blandió el bastón de mando omnímodo sin haberse despeinado. No fue mérito suyo porque en aquel momento no lo conocía nadie, solo su familia en su casa a la hora de comer. El ahora ministro aprovechó la cresta de la ola del PP y su candidatura logró 15 de 29 concejales. En los siguientes comicios sí tuvo que ver en la subida de cuatro concejales. A dios lo de dios, al césar lo del césar y a Soria lo suyo.

1999 fue su año clave porque no solo revalidó su mayoría absoluta, ampliándola, sino que recogió el relevo de Bravo de Laguna al frente del PP canario. El actual presidente del Cabildo dimitió de su cargo orgánico la misma noche electoral debido a unos resultados que no eran los esperados por los populares.

Soria se agarró al testigo como a fuego ardiendo y no lo ha soltado. Ahora sigue dirigiendo con mano firme el PP, pero ya no con el bastón alcaldicio de antaño sino con el mando a distancia desde su ministerio en Madrid. En estas dos décadas ha sido de todo: alcalde, presidente del Cabildo (también con mayoría absoluta), consejero de Economía y Hacienda y vicepresidente del Gobierno de Canarias y ahora ministro de Industria, Energía y Turismo.

Tras estos cuatros lustros de vida pública jamás ha faltado a una cita electoral en las islas. Hasta este año, en el que el ministro ha colocado a sus peones más leales al frente de las huestes populares, como esos legionarios disciplinados y fieles que saludaban al César antes de morir en la batalla.

El hombre se ha olido el bajón del PP que están confirmando todas las encuestas que se publican a borbotones estos días. Y como es muy listo ha preferido no presentarse en ninguna candidatura para no hacer el ridículo porque ya se sabe que es un político que no acepta las derrotas con deportividad.

En esta ocasión su soberbia y prepotencia no le han aconsejado participar activamente en los comicios del 24 de mayo. Tras la estrepitosa campaña del petróleo organizada desde su ministerio, la gestión pésima del gobierno central al que pertenece y las disputas a muerte con otros pesos pesados del partido en las islas, dejará solo a sus leales, a los que las encuestas auguran malos resultados.

El valiente clon de Aznar se ha mostrado ahora pusilánime y como un mal capitán de crucero italiano ha optado por abandonar el barco antes que nadie para que sus subordinados marineros naufraguen solitos. Quiere salvarse ahogando a los suyos, algo que más pronto que tarde le pasará factura. Más vale honra sin barcos que barcos sin honra. Sin honra y sin salvavidas, que es peor.

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