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Más leche

José A. Alemán / José A. Alemán

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Puede entenderse que en una crisis, con no pocas familias en situación de necesidad extrema, se les reproche no entregar la leche a una organización social. Dicen que a Cáritas, por ejemplo, le hubiera dado para un montón de días.

Sin embargo, esas críticas serían razonables si se dirigieran a los verdaderos responsables; que no son los ganaderos, precisamente. Se nota que vivimos en un país dado a culpabilizar a las víctimas. Debería recordarse antes de poner a parir a los ganaderos que las normas higiénico sanitarias prohíben la circulación de leches que no hayan recibido tratamiento previo. Un tratamiento, la pasteurización, que sólo las industrias, no los ganaderos, pueden darle. La rebaja del precio de la leche por parte de Quesos de Flor de Valsequillo y de Sialsa, que es el origen del conflicto, hace pensar que estas dos empresas no estarían por la labor para hacerla llegar, gratuitamente y en las debidas condiciones, a quienes la necesitan.

Estas dos empresas, otro detalle a tener en cuenta, pusieron a los ganaderos entre la espada y la pared: o nos entregan la leche al precio que fijaron unilateralmente o a ver qué hacen con ella. Todo un atraco ante el que debían plegarse o protestar de la forma en que lo han hecho.

Habría que preguntarse, primero, si decidieron los precios de común acuerdo y recordar después que, si lo hicieron, han incurrido en delito contra la libre competencia; lo que lleva a preguntar si el Gobierno ha cumplido con su obligación de vigilar y de reprimir esas prácticas. Por más que sea lógico que no lo hiciera, porque, la verdad, muy competente sí que no es. Y puestos a preguntar habría que indagar, dado el bananerismo codicioso reinante, si no habrán procurado beneficiar con su vista gorda las importaciones de leches foráneas y de envasadoras de leche en polvo, tan utilizada ésta última en la fabricación de productos lácteos como en la manufacturación de políticos dóciles.

Mucho habría que indagar por ese lado para comprender que la derrama de leche no es anécdota sino un nuevo paradigma del modo de hacer política de esta gente. Habría que considerar antes de embestir contra los ganaderos, como indiqué ayer, la chafalmejada de privatizar Sialsa. No sólo se echó al sector a las patas de los caballos sino que se privó al Cabildo de Gran Canaria de un instrumento importante para intervenir, sin ir más lejos, en conflictos de este tipo. No puede el Cabildo inducir a los ganaderos a entregar leche sin tratar a las organizaciones sociales y sin Sialsa no dispone de los equipos necesarios para pasteurizarla ni está en condiciones de plantear a medio plazo una política ganadera eficiente.

Viene bien traer a colación la venta por el mismo Soria, a la Autoridad Portuaria, de suelo industrial del Cabildo en Arinaga. Él controlaba, en aquel momento, el Puerto comprador y no iba Arnáiz a negarle el favor de adquirir lo que Soria le impuso como amo del Cabildo. Una versión de Juan Palomo. El afán de privatizar de cualquier manera es un hecho, pues. .

Éste es parte del balance de la gestión de Soria, que nunca explicó el uso que dio al dinero recaudado con esas operaciones. Me refiero a una explicación acorde con la idea de que quien vende una vez come. Quiero decir que un buen gestor procede a la venta de activos para crear o adquirir, mediante la inversión del dinero obtenido, otros activos más poderosos o con mejores perspectivas de futuro; no para meterlos en una hucha, destinarlos a gastos de consumo o destinarlos a obras de albañilería para ponerse unos escalones por arriba.

Nada diré del maltrato general al sector ganadero; al menos al que muge, bala y berrea para su desdicha en Gran Canaria, la isla equivocada. Sólo insistiré en que este conflicto, lejos de ser anecdótico, ilustra la entraña y el sentido de la política que se hace en Canarias. Harían bien los ganaderos que se entrevistarán hoy con la consejera Pilar Merino, a la que tendrán por fin el gusto de conocer, en hacerle ver al Gobierno que la desaparición de la ganadería afectaría a la canariedad oficial de pulso y púa en caso de quedarse sin yuntas que tiren de las carretas en las romerías. Los efectos serían desastrosos para la identidad nacional canaria que despacha esta gente. O se le toca la fibra del folklore o no hay nada que hacer, aviso.

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