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El orgullo del delincuente

José A. Alemán / José A.Alemán

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Elogiaría la aparente delicadeza moral y cívica de Llanos si no fuera porque lo veo mucho con personas a las que, desde luego, yo no llamaría “delincuentes” para no meterme a juez; sólo las considero indeseables, impresentables en variante atenuada. Esta caracterización mía de las malas compañías del concejal santacrucero responde a concepciones estéticas subjetivas, en nada relacionadas con la presunta objetividad de la cosa juzgada. En mi caso, el deseo de objetividad me lleva, por ejemplo, a rectificar el proverbial “dime con quién andas y te diré quién eres” para escribir “dime con quién andas y te diré con quien vas”. Me parece más cartesiano y no podría don Renato poner en duda que se va siempre con quien se anda. Creo, sin embargo, que a Llanos debo aplicarle la sentencia genuina sin rebajarla.

Arrimando la metafísica para entrar en harina, diréles que Llanos participa de la indecencia política reinante sentándose a la vera de Miguel Zerolo. No porque prejuzgue al alcalde de Santa Cruz, válgame Dios, sino porque buena parte de la campaña electoral del PP se basó en la denuncia de las corruptelas que se le imputan a Zerolo. Salvo que las sesiones municipales se hagan de pie, es tan evidente que se sienta junto a quien denigró como que engañó al electorado. De su obediencia a Soria ni les cuento para no resbalar en la baba.

La aversión de Llanos a Sosa deriva de que el PP soriano decretó la muerte civil, profesional y laboral del periodista. Su actitud ante los casos de corrupción en Canarias, que el PP colecciona, fue el detonante de una estrategia de la que participa, cómo no, Angel Llanos; no porque lo llamara “delincuente”, cosas peores le han dicho, sino por la malcriadez desconsiderada de esperar hasta última hora para anunciar que no acudiría a la cita. Dado que se sabía desde una semana antes quienes iban a participar, está claro que aguardó hasta que el daño al programa fuera irreparable para que tuviera su acción mayor trascendencia mediática. Sin descartar, claro, que Soria se lo ordenara y Llanos, visto como fulmina su presidente regional a los desobedientes, prefiriera no arriesgar sus prebendas y canonjías. De ser así, no habría premeditación por su parte aunque permanezca la malcriadez y la desconsideración con los profesionales de TVE. Quienes, ya ven, acabaron paradójicamente ganando con la ausencia de semejante sujeto.

Lo de Ángel Llanos, 59' y Carlos Sosa sería una anécdota sin el actual contexto político en que los herederos de la vieja derechona tratan de mantener su tradicional impunidad. La arrogancia de Soria y su ya mermada prepotencia vienen de por ahí y le ha provocado una insólita acumulación de torpezas derivadas de no entender que, poco a poco, la Justicia está venciendo la inercia de mirar hacia otro lado y cuarteando los muros de la impunidad, ya no tan robustos. Los furiosos ataques a los medios informativos y a los periodistas de fuera de su órbita buscan intimidarlos, controlarlos; por no hablar del desprestigio a las instituciones del Estado. Es la ceguera de los poderosos incapaces de entender que se les va perdiendo el miedo . Practican la forma de poder basada en ese miedo de los demás; el material de que están hechas las dictaduras. Esto es lo que hace que este episodio no sea tan anecdótico en lo que tiene de nuevo coletazo de la bestia que embiste por todas partes.

La torpeza de Ángel Llanos, o de su ordenante, no ha servido para preservar la impunidad. La dinámica desatada tendrá sus momentos de retroceso, pero es imparable. El viejo asunto de La Favorita, que convirtió a Carlos Sosa en “delincuente”, indica que el tiro les salió por la culata. Algunos habíamos instado a Carlos Sosa a contar hilo por pabilo tan feo asunto. Se resistió porque prefería pasar página; pero, tras lo de Ángel Llanos, decidió ponerlo todo en un blog de próxima aparición que permitirá a los lectores apreciar la diferencia entre un delincuente y los impresentables soriásicos, que, además de echar baldes de basura sobre el PP, cortan las cabezas de los militantes avergonzados de tanta desvergüenza instalada.

Nunca pensé que podría llegar a ser motivo de orgullo que te llamen “delincuente” determinados personajes. Aunque sea pequeño, compensa ese honor a Carlos Sosa, con lo mal que lo está pasando por practicar un periodismo comprometido. Que sea enhorabuena, pues.

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