Desaparecidos en combate los franquistas (o chanistas), los guerristas, los rockeros, los salseros, los renovadores y los eduardistas, por mencionar sólo algunos movimientos telúricos de toda la vida, quedaba expedito el debate para un primer documento, el presentado por la Comisión Ejecutiva Insular, que dio paso a un segundo, presentado por el incansable Antonio Aguado. La cosa se ponía interesante y, a medida que se profundizaba en el apoyo al documento oficial, al que se adjudicó de entrada el nombre de un candidato a secretario general, el documento alternativo se veía en la necesidad de dotarse de cara. Así, casi sin que nadie lo pretendiera, el funcionario municipal Blas Cabrera (que no es timplista) se perfilaba como defensor de las esencias de la Insular de José Miguel Pérez, mientras Carlos Suárez, ex portavoz municipal, quedaba al frente del pelotón de la otra corriente, la del documento de Antonio Aguado.