Poco duró la confianza de Luis Soria en su jefe de gabinete, José Luis Jiménez, un periodista colocado en ese puesto por indicación directa de Larry Álvarez. En marzo de 2004, pocos días antes de los atentados de Madrid y de las elecciones generales, y tras numerosas desavenencias con el consejero y con su jefa de prensa, Noemi Quintana, Jiménez cayó en desgracia. El castigo por la pérdida de confianza no fue despedirlo, posiblemente porque Luis Soria no quería enfrentarse a Larry Álvarez, así que optó por rebajarle de categoría, colocar a la jefa de prensa como cargo plenipotenciario y castigar a Jiménez a la japonesa: ponerlo ocho horas sentado frente a una mesa sin atribuciones ni responsabilidades. Lo que no sabemos es si le levantaron el otro castigo, según el cual tenía prohibido saludar a según qué periodistas. Y mucho menos contarles cosas sabrosonas.