Teníamos traspapelado el dato desde hace unas semanas, pero la salida pendenciera del presidente del PP nos da pie para recordar una faceta suya radicalmente opuesta, la del trance religioso. No estuvimos allí para retratarlo, pero les podemos garantizar que nuestras fuentes son de absoluta y sagrada fiabilidad. Ocurrió el pasado 5 de agosto en la ermita de Las Nieves, en la isla de La Palma. Un José Manuel Soria vestido de sport fino, pantalón corto, polo a juego y mochila de veraneante, se dejó caer por allí en la festividad de la patrona. Cuando decimos que se dejó caer es que se dejó caer descaradamente, es decir, que hizo todos los esfuerzos previstos en las leyes de la física para que se le viera ostentosamente. Tanto, que a la salida del trono de la imagen logró colocarse en primera fila, justo a un lado de la puerta del templo y, asegurándose de que todo el mundo le veía, tocar con sus manos el manto de la Virgen, todo ello envuelto en un gesto de recogimiento y cuasi levitación. Un gesto piadoso que el cielo le premiará, seguro, con muchos éxitos electorales. Lo de los insultos a la oposición no importa, es pecado venial.