Muy pocas cosas pueden ser casuales en las diferentes operaciones estrella que adornan el firmamento político-empresarial de Canarias, y mucho menos si por los alrededores merodea un tal José Carlos Mauricio, aglutinador donde los haya. Los últimos días han sido de tal frenesí en torno al istmo, que mucho nos tememos que alguien se está rajando, como en Jalisco, ándele. Algunos despliegues mediáticos en torno al Colegio de Arquitectos, tres días antes tan denostado por el mismo diario de papel, la aparición de UTES imposibles hasta que exista un concurso, o la constatación pública, formal, con luz y taquígrafos, de que la cosa está más cantada que el Macarena de Los del Río, nos hacen confirmar que de la euforia se ha pasado al nerviosismo más pesimista. Circulan dos teorías: Soria quiere darle un puntillazo de muerte (política) a Pepa Luzardo, liderando incluso la política informativa de la operación, o Mauricio quiere hacerse un hueco en el corazón del PSOE, con quien va a compartir mesa de Consejo de Gobierno, y trata de dar a entender que se ha rajado. Nosotros no nos quedamos con ninguna de las dos, simplemente nos limitamos a exponer lo que pasa. Y lo que pasa es que la ciudadanía se les echa encima, y eso tiene mucho peligro.