No está nada mal eso de darle a alguien un plazo de 48 horas naturales, porque con él, el receptor ha de tener en cuenta que el plazo incluye las ocho tradicionalmente destinadas al sueño y las que, en igual medida, se acostumbra dedicar al ocio. O sea, que no puede pedir una prórroga, ni siquiera para ver el partido de fútbol: 48 horas naturales son 48 naturales y no hay excusa alguna. Son como los 19 días y 500 noches de Sabina o los simestres de Rita Martín, su compañera de partido, otra experta en estrangular el diccionario hasta obtener algún término imposible con el que impresionar al respetable. No olviden que fue Carmen Guerra la que confundió dos veces seguidas oblación con ablación en plena campaña electoral y con los micrófonos abiertos para toda España.