Vean si no cómo han sido de entretenidos estos años sorianos en lo que respecta al respeto a la ley y algunas resoluciones de los tribunales. Hemos asistido, por ejemplo, a la exportación y acarreo ilegal de inmigrantes; al cierre y tapiado -luego anulados por la Justicia- de locales nocturnos; a aparcamientos a demoler en la Cícer, los “errores materiales” del edificio Valdemar, con licencias apadrinadas. Hemos leído con sonrojo una sentencia que condena al Ayuntamiento a facilitar a la oposición el expediente del edificio Woerman -otro ejemplo de respeto a la legalidad-, y cómo se da la razón a los vecinos limífrofes con el Carnaval en un contencioso que siempre se negó a reconocer el grupo de gobierno. Vemos ahora cómo un concejal se sienta en el banquillo acusado de acosar laboralmente a un funcionario, y a dos concejales posando tan contentas al inaugurar una línea de guaguas ilegal. Demasiados sobresaltos en tan pocas líneas para creernos que ésta es una ciudad con seguridad para la inversión, a no ser que el inversor venga convenientemente apadrinado.