La verdad es que no hay que esperar mucho para sorprender a José Manuel Soria en alguna de sus pifias, convertidas en pufos la mayoría de las ocasiones. Ni hay que levantar alfombras cada día para encontrar algo, aunque convendría hacerlo de inmediato en el Gobierno de Canarias para que las sorpresas no se transformen en desgracias, y menos en los tiempos que corren. Les habíamos adelantado el viernes que, por primera vez en la historia (¡de la democracia española!, que diría el mismo personaje) una autonomía ha sido embargada por un banco. Ya se podrán imaginar de qué autonomía les hablamos y de quién fue el responsable político del desaguisado que ha costado este sonrojo al Gobierno de Canarias. Sabiendo como sabemos ahora que se trata del aval que el Gobierno prestó a la empresa Vanyera 3, aval que Soria y su magnífico dream team se olvidaron de inscribir, ya vamos entendiendo a qué se debió aquella conversación del jueves pasado entre el presidente del PP y su antecesor en la consejería de Economía y Hacienda, José Carlos Mauricio. En lugar de dedicarse a perseguir a periodistas o jueces, en lugar de insultar a editores de periódicos y a proteger corruptos, bien podría José Manuel Soria haberse puesto a trabajar, que para eso le pagan los contribuyentes canarios. Y decían que era un buen gestor. Y dos huevos duros.